Inmorales
España es hoy un país en el que todo vale, de tal bajeza moral que la mentira es un arma política más; y todo comenzó con Zapatero, quien puso el germen de lo que hoy recoge Pedro Sánchez
La corrección política es uno de los grandes males de nuestro tiempo. O al menos cuando se lleva, como la hemos llevado, al extremo. Si quieres imponer una idea, empieza por imponer un lenguaje. De un tiempo a esta parte –concretamente desde el ‘zapaterismo’– hemos ... dejado de llamar a las cosas por su nombre y sin darnos cuenta hemos justificado las actitudes más execrables hasta llegar a donde estamos hoy: un país en el que todo vale, en el que la mentira es simplemente una herramienta más para alcanzar un objetivo. En su momento aceptamos cambiar ‘terrorismo’ por ‘lucha armada’, comprándole el discurso a ETA, y eso dio carta blanca a la izquierda radical para justificar a auténticos desalmados como Arnaldo Otegi, que ahora es un ‘hombre de paz’. O a Txapote. Seguro que usted recuerda aquellos trágicos días en los que España entera vivió sobrecogida las horas previas al asesinato de Miguel Ángel Blanco. Y lloró al confirmarse que le habían pegado dos tiros en la nuca. Txapote fue quien se los pegó. El mismo que mandó ejecutar y ejecutó personalmente a policías, militares, políticos de PSOE y PP... Ese ser despreciable, al que también recordará por increpar y amenazar al juez desde una especie de jaula de cristal, ha conseguido del gobierno de Pedro Sánchez lo que no logró reventando la cabeza de Miguel Ángel Blanco: el acercamiento de presos. Su propio acercamiento. Su traslado desde la cárcel de Huelva a la de Estremera para que pueda estar con su novia, Irantzu Gallastegui, otra sanguinaria que le acompañaba en sus más crueles asesinatos. Para llegar a este punto, algunos llevan años de blanqueamiento de lo que fue la organización terrorista ETA.
Pero hubo un tiempo, les decía, en el que España entera tenía perfectamente claro que ante el terrorismo no había que hacer concesiones. La sociedad española padeció décadas de atentados porque sabía que no se podía dejar doblegar por la violencia. Nadie cuestionaba si era una violencia de izquierdas o de derechas. Era terrorismo. Punto. Sin embargo hoy, obviamente, estamos mucho peor que entonces. Hemos caído en picado en el escalafón de la honestidad, de la integridad como país. Y no les quepa la menor duda de que todo empezó con el patético mandato de José Luis Rodríguez Zapatero, que bajo su cínica sonrisa y su presunto buen talante, escondía un auténtico lobo con piel de cordero. Él puso el germen para que hoy, años después, Pedro Sánchez haya recogido sus frutos. La bajeza moral del país, al que buena parte de la derecha también ha contribuido con tantos y tantos casos de corrupción, ha permitido que hoy pacte con los amigos de Txapote, de Irantzu Gallastegui. Con el mismo Otegi. Con la connivencia, el apoyo y la sonrisa cómplice de la izquierda radical. La que es capaz de condenar el terrorismo –que lo es– de cuatro descerebrados que rocían de gasolina la puerta de la sede de Podemos en Cartagena, pero no dicen –ni dijeron– una palabra cuando se pegaban tiros en la nuca. Y todo, créanme, comenzó con la mierda de la corrección política. Eso dio pie a apropiarse de la idea de la ética y la moral, de decidir lo que está bien y lo que está mal según quién lo haga. De ser los adalides de lo políticamente correcto. Ellos, unos auténticos ‘hdp’ (Hombres de Paz).