Son iguales

Aunque ideológicamente ya no estén tan alineados, la forma de hacer política de Pablo Iglesias y Kichi se ha basado exactamente en lo mismo: el rencor, la envidia, la mediocridad, el dividir y el creerse moralmente superior

Pablo Iglesias firma en el Libro de Honor del Ayuntamiento de Cádiz durante su visita en junio de 2015. A. V.

La primera vez que Pablo Iglesias pisó Cádiz fue en junio de 2015, al menos de forma pública y como político mediático. Lo hizo para apoyar a Kichi, recién llegado a la alcaldía. Ni una semana llevaba. Seguro que lo recuerda. Aquella famosa foto de ... los dos sentados en el suelo, desarrapados. Con la coleta el uno; los pelos despeinados y argolla en la oreja, el otro. Al lado, por supuesto, una mochila. Aquella foto causó furor entre la ‘gente’, porque la ‘gente’ tiene el listón del furor muy bajo. «Son de los nuestros», decían. Se sientan en el suelo, con un cigarrillo de liar entre los dedos. «Igual que nosotros». Y es que por lo visto, ser de los ‘nuestros’, ser como la ‘gente’, es para muchos el mejor aval político posible. Nada hay mejor para el mediocre que ver a su alrededor más mediocridad y así no destacar en su vulgaridad.

Ahora, seis años después, aquella foto está más que rota. Aparentemente nada les une. Kichi renegó de él según se fue acercando al PSOE, a la casta, con el único objetivo de llegar al poder. El alcalde de Cádiz está a la izquierda, muy a la izquierda, de los postulados de Podemos. Para él, Iglesias, Monedero, Montero, Belarra y toda esa panda son izquierda moderada. No les digo ya Iñigo Errejón y la tal Mónica García. Por eso Kichi, y sobre todo Teresa –que es la que tira de él– vieron el cielo abierto con el chalé de Galapagar. Fue una magnífica oportunidad para dejar claro su distanciamiento de los morados. El anticapitalismo radical no admite medias tintas. O eres comunista bolivariano o no lo eres. Y es evidente que los cuatro gatos que forman Adelante Andalucía lo son. Es sólo cuestión de tiempo, un par de años, que se estrellen en las próximas andaluzas. Pero hasta entonces ahí seguirán, dando gritos y tratando de dividir a la sociedad.

Porque esa es la clave. Pablo Iglesias y Kichi ya no estarán ideológicamente alineados, pero su forma de hacer política es exactamente la misma. No se trata de convencer a la ‘gente’ desde la razón, sino desde las tripas. Sus motivaciones son el rencor, la envidia, el complejo de inferioridad, el autoconvencimiento de su superioridad moral sobre la inmensa mayoría de la sociedad, la justificación de la violencia si sirve para lograr sus fines, la vulgaridad como expresión de normalidad... la mediocridad, en definitiva. En eso, Podemos y Adelante, Pablo y Kichi, Teresa e Irene, son exactamente iguales.

Afortunadamente, el que –por increíble que parezca– fue vicepresidente del Gobierno de España hasta hace apenas un mes, ya está fuera de la política. Se va a la tele de la mano de un millonario, Jaume Roures, autodenominado troskista y que llegó a ser detenido por colaborar con la banda terrorista ETA. Seguirá tratando de adoctrinar, de dividir, de sembrar odio... pero al menos no lo hará desde dentro de las instituciones. Ahora falta sacar de éstas al resto de la chabacanería, que no tienen ofertas millonarias en la tele. Así que sólo lo puede hacer la ‘gente’. Si es que la ‘gente’ espabila y se da cuenta de que la política, el dirigir una ciudad o un país, es mucho, muchísimo más que tener una imagen ‘normal’. Hace falta brillantez, capacidad de trabajo, inteligencia... justo lo que les falta a todos estos salvapatrias de tres al cuarto. Que en sus formas, son todos iguales.

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