Hombre nací y hombre me quedé
Ser hombre me incapacita para conocer de primera mano los síntomas de una menstruación muy dolorosa, pero sí alcanzo a entender que puede ser incapacitante para trabajar. Entonces, ¿cuál es el debate? Se trata de un asunto médico. Punto.
Allá por septiembre del año 1973, en la Clínica Carlos Rubio, Bahía Blanca, Cádiz, mi santa madre daba a luz a un bebé que hoy, casi 49 años después, le invita a usted a hacer una reflexión mediante este humilde artículo de opinión. Vine al ... mundo y lo hice con pene. Nací hombre. Por pura estadística había algo menos del 50% de posibilidades de que así ocurriera, pero la ruleta de la vida me cayó del lado masculino. Échenle la culpa al cromosoma ‘Y’ de mi padre. Como vivimos tiempos un tanto extraños, posteriormente, con el paso de los años, pude elegir. De haber querido, o de haberme sentido una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, tenía la opción de cambiar de sexo. La ciencia y la ley me lo permiten. Y la Seguridad Social me lo financia. Pero nunca me dio por ahí. Y a estas alturas dudo que ya me vaya a ocurrir. Hombre nací y hombre me quedé. Y como tal, estoy incapacitado para conocer de primera mano el dolor físico que experimenta una mujer que sufre reglas muy agudas. Pero estoy convencido de que debe ser un trago bastante duro de sobrellevar porque sí conozco algún caso y realmente es incapacitante para poder trabajar. Con el agravante de que, indefectiblemente, se repite mes a mes. Así que me parece fuera de toda duda que cuando una trabajadora sufre este trastorno de forma tan severa, ha de recibir una baja médica y un tratamiento adecuado para tratar de sobrellevarlo de la mejor manera posible. Dismenorrea se llama la dolencia concretamente, y provoca dolor intenso pélvico y abdominal, frecuentemente acompañado de náuseas, vómitos o mareos. Según los especialistas, lo sufren aproximadamente un tercio de las mujeres al menos en alguna etapa de su vida. Por tanto, no hay ni debe haber debate con respecto a eso. Es más, Europa va muy retrasada en lo que a legislación del asunto se refiere. Es algo que ya debería estar perfectamente regulado y organizado de manera que esta situación, –bastante frustrante de por sí para aquellas que la padecen– no suponga una dificultad añadida en el desarrollo de su carrera profesional. Como tampoco debe serlo la maternidad. Justamente para eso están los políticos, para encontrar soluciones a los problemas reales de los ciudadanos. En este caso concreto, de un importante número de ciudadanas.
Ocurre que en este país, el nivel de según qué políticos/as es lamentable. Ínfimo. Bochornoso. Y son especialistas en desviar el foco. En desdibujar el verdadero problema para llevarlo al lodazal en el que mejor se mueven: el de la ideologización sectaria de absolutamente todo. El centro del debate no debería ser si baja laboral sí o baja laboral no. Estamos hablando de un problema estrictamente médico. Como bien ha dicho Feijóo, «las bajas las da el médico, no la vicepresidenta segunda». Si un especialista en ginecología considera que una mujer no puede trabajar durante unos días por sufrir graves dolores menstruales, le da la baja y aquí paz y después gloria. Como si sufre una hernia o un cólico nefrítico. ¿Cuál es la diferencia? ¿Que los hombres no lo padecemos? ¿Y qué? ¿Es motivo para politizarlo? Evidentemente no lo es. Lo que ocurre es lo de siempre, que determinado sector de la ultra izquierda feminista necesita cualquier excusa para enarbolar su ridícula bandera. Y así van tirando, haciendo ruido, nadando en las cloacas de su mediocridad.
Como hombre, mi más sincera solidaridad y apoyo a todas y cada una de las mujeres que sufren el problema. Como miembro de la sociedad actual en la que vivimos, mi más sincero repudio a las Irenes Monteros de la vida. A las que les parece estupendo que una niña pueda abortar con 16 años y sin permiso de sus padres. Afortunadamente son minoría, pero es evidente que muy ruidosas. A ellas sí que les podrían dar la baja. Por taradas mentales.
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