Gloria a los hombres del mar

Ellos son los que dejan a la familia de madrugada, los que otean el horizonte y salen a faenar aunque no les guste lo que ven; y sí, la inmensa mayoría de ellos son honrados

Pescadores de Barbate preparan las cajas de pescado antes de desembarcar tras salir a faenar Antonio Vázquez
Ignacio Moreno Bustamante

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Cualquiera que haya visto la magnífica serie televisiva ‘Fariña’ puede hacerse una idea muy aproximada. La vida del pescador es, probablemente, una de las más duras que en España –en realidad en todo el mundo– puedan darse. Mineros, quizá. Pero pocos oficios son tan sacrificados ... y poco gratificantes como el de los hombres del mar. De ahí que todos podamos llegar a entender que –en un momento dado y en según qué circunstancias personales– algunos puedan sucumbir a la tentación de entregarse a la pesca furtiva cuando se cierran caladeros. «La familia tiene que comer». «Lo primero es lo primero». «Si no lo hago yo, otro lo hará». Y todos miran para otro lado. El problema es que de ahí a traficar con, por ejemplo, tabaco, hay un paso. Y el siguiente, mucho más lucrativo, es el hachís. Ya ni les cuento si hablamos de embarcar cocaína en alta mar y traerla a la costa. Pero entonces ya no hablamos de necesidad, sino de ambición pura y dura. De falta de escrúpulos, de mafia, asesinatos, bandas organizadas y todo lo que rodea al narcotráfico a gran escala. Y se han dado casos. Más en Galicia en los 80–90 que aquí. Pero aquí también. Eso sí, son los menos. Muy dañinos. Pero minoritarios.

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