El feminismo acomplejado

Que Irene Montero o Teresa Rodríguez se erijan en representantes de la lucha de miles y miles de mujeres es un síntoma evidente de que algo no se está haciendo bien en pos del verdadera feminismo

Irene Montero, durante una intervención pública. ABC

Exactamente hoy se cumple un año desde que las autoridades sanitarias confirmaron el primer caso de contagio de coronavirus en nuestra provincia. Aquel 7 de marzo de 2020 ya llevábamos varias semanas barruntándolo, viendo venir la ola, aunque no podíamos imaginarnos que el tsunami que ... venía detrás iba a ser de las proporciones que está siendo. Doce meses después, sólo en Cádiz, miles y miles de personas han resultado contagiadas. Y más de 1.300 han perdido la vida. No hace falta que desde aquí les narre los dramas personales que ha supuesto todo esto porque muy probablemente usted lo ha padecido en primera persona o de forma muy cercana. Vivimos tiempos tan complicados que resulta imposible que nuestra realidad cotidiana se evada del Covid. Todo lo que hacemos, de un modo u otro, tiene relación directa. Nuestra forma de trabajar, de interactuar, de ir a comprar, de tratar de disfrutar de un rato de ocio. Resulta imposible hacer nada como lo hacíamos antes, al menos hasta que nos vacunemos. Nuestro día a día es completamente distinto. Para todos excepto para dos colectivos: los políticos y los activistas. Bien, por no generalizar: para buena parte de los políticos y -esos sí- para casi todos los activistas de los muchos activismos existentes. Resulta inaudito que en plena pandemia, cuando usted no puede siquiera dar un paseo a partir de las diez de la noche, que haya un Gobierno, por ejemplo, que tenga el ánimo, la ocurrencia y el presupuesto para organizar una sonrojante ‘performance’ con una apisonadora y un montón de armas de ETA. O que en estos momentos dedique tiempo y esfuerzo a aprobar leyes sobre asuntos que sin duda requieren consenso, tranquilidad, debate, sosiego. Justo lo que en estos tiempos de urgencias y evidentes prioridades no tenemos. Pero, en fin, parece que precisamente porque estamos distraidos en otros menesteres, todo vale y nada pasa factura. En cualquier caso, cabe también reconocer que la papeleta que les ha tocado vivir a la mayor parte de nuestros actuales dirigentes no es fácil.

El problema se agrava cuando se mezcla política y activismo, cuya suma siempre da como resultado el populismo. Mañana precisamente es el Día de la Mujer. Y de entre las millones de mujeres españolas o las miles y miles de gaditanas, cuando pensamos en la lucha feminista, las primeras imágenes que se nos vienen a casi todos a la cabeza son las de Irene Montero y la de Teresa Rodríguez. Dos políticas, dos activistas radicales, cuyas prioridades son muy distintas a las del resto de mujeres, que ni tienen chalé de un millón de euros ni se han quedado sin pasta por las movidas internas de su grupo parlamentario. Ni tan siquiera entre ellas se pueden ver. Montero y Rodríguez son un síntoma claro del grave error que estamos cometiendo todos permitiendo que ambas se erijan en las representantes de tantísimas y tantísimas mujeres esenciales, luchadoras, trabajadoras, inteligentes, fuertes. Que se ven representadas por dos acomplejadas, histriónicas, mediocres... Algo no encaja. Y desde luego no le hacen ningún bien a la verdadera lucha feminista.

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