España, ante su gran reto

Ojalá el debate político de los próximos meses se centre en la reforma de las pensiones, un auténtico dilema sin resolver; aunque mucho me temo que seguiremos hablando de Baltasar Garzón o de los traumas infantiles de Teresa Rodríguez

Protesta de pensionistas en la capital de España. L. V.

Es cuestión de matemáticas. Unidas al principio de solidaridad. En España, y en otros muchos países del mundo, el sistema de pensiones es muy básico: los más jóvenes ‘mantienen’ a los más mayores. Aquellos que están en edad de trabajar pagan las nóminas a los ... que, tras hacerlo durante años, se han ganado el derecho a una jubilación digna. Una rueda que gira y funciona razonablemente bien mientras salgan las cuentas. Hoy por ti y mañana por mí. Hasta el infinito y más allá. Sin embargo, hace ya tiempo que sabemos que ese infinito no es tal. Y que este sistema está condenado a quebrarse porque las circunstancias han cambiado. Cada año hay menos trabajadores y hay más jubilados. De nuevo las matemáticas. Desciende la natalidad y aumenta la esperanza de vida. Catacrack. Inviable seguir como hasta ahora. Hay que tomar decisiones. Dolorosas, antipopulares, pero absolutamente necesarias. Aumentar las aportaciones a la seguridad social, ampliar la edad de jubilación, recortar las pensiones... lo que sea, pero España necesita una reforma a fondo. Tanto, que es sin duda el principal problema al que nos enfrentamos en los próximos años. Tanto, que puede acabar en un auténtico conflicto social cuando en lugar de nueve millones sean –seamos– quince millones de pensionistas. Tanto, que Europa está condicionando buena parte de esa lluvia de millones de euros prometidos a que sentemos las bases para solucionarlo. Y a que lo hagamos ya. Si quiere usted nos seguimos distrayendo con Puigdemont, con la factura de la luz, con la vuelta al cole presencial, con las discotecas sin distancia de seguridad, con el lenguaje de género, con el mosquito del Nilo o con los acercamientos de presos... todo ellos problemas importantes. Pero nada comparado con el hecho de hipotecar/arruinar el futuro de varias generaciones.

Asusta pensar que nuestro actual y ‘buenista’ Gobierno de PSOE–Podemos es el que tiene que coger este toro por los cuernos y liderar esa transformación del sistema de pensiones. Por mucho que la Unión Europea apriete. Buscarán triquiñuelas, cuando no directamente mentiras, para eludir sus responsabilidades. Tampoco es que sus predecesores en La Moncloa abordaran el asunto con la firmeza requerida. Sea como fuere, España se enfrenta a un reto que requiere de verdadera altura de miras, de unidad, de auténtica vocación de servicio y de humildad por parte de sus líderes políticos... así que ya podemos empezar a temblar y a abrirnos un plan de pensiones privado, porque justo cuando más los necesitamos es cuando padecemos una clase política más patética. Más dividida. Más polarizada. Más sectaria. Ojalá me equivoque y en las próximas semanas, meses, la reforma de las pensiones centre el debate político en nuestro país. Pero mucho me temo que seguiremos hablando del egocentrismo enfermizo de Baltasar Garzón o de los traumas infantiles de Teresa Rodríguez con la ‘Patrulla Canina’. Un verdadero drama.

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