El por qué de las cosas

Ya nadie llega al fondo de ningún asunto. Cualquier noticia, medida u opinión suscita una respuesta inmediata, incluso antes de terminar de exponerla; y eso, cuando lo hace un dirigente político, deja de ser una anécdota y pasa a ser un problema

La decisión de permitir esquiar en Sierra Nevada ha suscitado una absurda polémica L. V.

Ya nadie llega al fondo de las cosas. La necesidad imperiosa de inmediatez que requiere esta sociedad globalizada nos ha vuelto memos. Eso en el mejor de los casos, porque algunos ya lo eran de fábrica y directamente el cerebro no les da para más. ... Cualquier noticia, cualquier anuncio, cualquier medida adoptada por un gobierno, cualquier opinión, recibe respuesta inmediata por parte de miles de personas. De hecho, antes incluso de haber terminado de exponerla. Es el precio por disfrutar de una libertad que nunca antes tuvimos. En este país todo el mundo, absolutamente todo el mundo, es libre de decir lo que le venga en gana cuando le venga en gana. Y además tiene las herramientas para hacerlo de forma inmediata y global. Así planteado, sin duda es un hecho maravilloso. Pero tiene también sus contras. Fundamentalmente que el número de estupideces por minuto que hay que oír o leer se ha multiplicado exponencialmente. Aquello que dijo Teófila Martínez y por la que la pusieron como los trapos: «Tanto Twitter y tanta opinión». No quiso decir la ex alcaldesa que la gente no pudiera expresarse como le diera la gana. Por supuesto que sí. Pero también que quien lo hace se expone a que el receptor de su mensaje piense que se trata de una solemne tontería. A diario asistimos a todo tipo de debates en redes sociales sobre los más variados y complejos asuntos. Pandemias causadas por virus, transiciones democráticas en países desarrollados, los problemas biológicos de las personas ‘trans’, las distintas maneras de gestionar una crisis causada por una nevada histórica... Para todo tienen una opinión, en la inmensa mayoría de los casos absolutamente infundada, por lo que en no pocas ocasiones pasa a convertirse en una estupidez.

Si quien la pronuncia es un ciudadano de a pie, no deja de ser una mera anécdota. Una conversación de barra de bar trasladada al ciberespacio. Pero cuando lo hace un dirigente político con importante cargo de responsabilidad, es un problema. Y aquí aparece una vez más el de siempre, el que tal como se produce una acción, inmediatamente ofrece su reacción en redes sociales. Sin la más mínima reflexión previa, sin el menor análisis del por qué de las cosas. Simplemente llevado por los cuatro elementos de su lamentable ideología política, a saber: los prejuicios, la envidia, los complejos y el revanchismo. A partir de ahí, todo lo ve de un color u otro. La última muestra, la aseveración de que las medidas anticovid no pueden distinguir entre pobres y ricos por permitir esquiar en Sierra Nevada. ¿Sabe este ignorante cuántas familias granadinas humildes viven de la estación de esquí ? ¿Sabe por qué se han tomado esta decisión? ¿De verdad cree que se ha hecho por beneficiar a los ricos y perjudicar a los pobres? Es más, ¿de verdad cree que a Sierra Nevada sólo van millonarios? La inmensísima mayoría son familias de clase media. Como él. Seguro que más de uno es profesor de instituto. Como él. Que opine cuanto quiera, es muy libre de hacerlo. Tanto como el resto de calificar sus opiniones de populistas, sectarias y demagógicas. Y de exigirle que no olvide que, coyunturalmente, es alcalde de una ciudad tan importante como Cádiz, por lo que debería apliocarse una nueva máxima: «Menos Facebook y más gestión».

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