Cadistas
El color amarillo de nuestra camiseta es gloria bendita y aunque a cambio solo recibiéramos todo un calvario de decepciones, de amarillo nos pintaremos la cara, amarillos son nuestros corazones
Vaya usted a Teruel. Encontrará un cadista. Vaya a Cáceres, encontrará un cadista. Dese una vuelta por Ciudad Real, encontrará un cadista. Pasee por Salamanca, encontrará un cadista. Déjese caer por Soria, encontrará un cadista. Y lo mismo si viaja usted a Alemania, a Francia, ... a Inglaterra, Polonia o Noruega. Encontrará cadistas. Más allá de Europa, también. En Estados Unidos, en África, en cualquier país de Sudamérica, en Asia o en Australia. Encontrará más cadistas. Allá donde vaya, se topará con alguien que muere por el Cádiz . Porque incluso cuando le llegue la hora y vaya usted al cielo de los cadistas, se encontrará con miles de ellos. Con Macarty, con Manolo Santander, con Michael Robinson. Alguien dijo una vez que el Cádiz es el primer equipo de miles de aficionados y el segundo de millones. Un club que despierta simpatía . Pero sobre todo que hace florecer un sentimiento que, fíjese en estos tiempos de división, es lo único en común para muchísimas personas.
Hay quien defiende que el fútbol hace tiempo que dejó de ser un sentimiento para convertirse en un negocio . Y probablemente tengan razón. Es un negocio para La Liga de Javier Tebas. Es un negocio para las televisiones. Para presidentes, inversores y representantes. Y el modo de vida, de muy buena vida, para entrenadores y jugadores. Pero esa es la parte mínima del pastel. Para la inmensa mayoría es un sentimiento. Una pasión que uno trata de transmitir a sus hijos con el mismo empeño que en enseñarle buenos modales o inculcarle la cultura del esfuerzo. Cualquiera que se levanta un día de partido con un cosquilleo especial, que desayuna ese mañana con la taza del Cádiz o que se pone su camiseta de la suerte, sabe de lo que le hablo. Si para algunos el fútbol es negocio, con su pan se lo coman. Pero para los que nos cuesta el dinero, tiempo y sufrimientos, es otra cosa muy distinta. Algo que por muchos millones que ganen con primas de ascenso, con derechos televisivos o con traspasos desorbitados, nunca podrán sentir. En general con cualquier equipo. Más en concreto con algunos como el Cádiz. Amarillo y azul. No hay más colores. Carranza, no hay más estadios ni nombre que cambiar. Carvallo, Baena, Mágico, Pepe Mejías, Escobar, Bocoya, Carmelo, Kiko, Szendrei, Armando, Oli, Güiza... no hay más nombres de futbolistas. Son los nuestros, los que han escrito nuestros más de cien años de historia. A los que se unen Cervera, Alex, Salvi...
Ya sé que no son los mejores. Ya sé que hay clubes más grandes. Ya sé que nunca llegaremos a ser campeones. Ni nos importa. El color amarillo de nuestra camiseta es gloria bendita y aunque a cambio solo recibiéramos todo un calvario de decepciones, de amarillo nos pintaremos la cara, amarillos son nuestros corazones .
Así que seguiremos nuestro camino. Ayer todo estaba de cara para ascender, pero no seríamos el Cádiz de haberse conseguido. Sufriremos hasta el final. O quizá subamos hoy mismo sin jugar. Pero en realidad da igual. Lo importante es mantener ese lazo común entre todos los cadistas , estén donde estén. Ese sentimiento es mucho mayor que cualquier división en la que militemos. En la gloria o en el barro. Ahí seguiremos. Es nuestro equipo. Es nuestra pasión.