Atraco en la gasolinera
España sufre la mayor inflación de toda Europa, los precios están disparados, pero no pasa absolutamente nada; con otro Gobierno ardería la calle
Toda la vida de Dios, las atracadas han sido las gasolineras. Dos encapuchados entraban, recortada en mano y casi siempre visiblemente nerviosos, pegaban otros tantos gritos y exigían al empleado que les entregara todo el dinero de la caja. Habitualmente aprovechaban para llevarse también algo ... de comida y un par de botellas de licor, para celebrar el éxito del golpe. Pero ya no se respeta nada. Han cambiado las tornas y ahora somos los tristes conductores de humildes utilitarios los atracados. Según vamos acercándonos al surtidor ya nos sacan la navaja en forma de cartel en el que se anuncian los precios de los distintos tipos de combustible. En negro la Diesel, que ya se mueve en torno a los 1,5 euros. En verde, la Sin Plomo, que directamente conduce al amago de infarto, bien en su modalidad 95, aún peor en la de 98 octanos. Llenar el depósito hoy es hasta 15 euros más caro que hace unos meses. Y subiendo. Y como le dé a usted por pedir una bombona de butano, navaja al cuello de nuevo. La misma que hace un año costaba 17 euros, ya va por 22. Una subida de casi el 25%. Bombona que por cierto deberá coger usted mismo de las jaulas en las que las tienen bajo llave e introducirla en su maletero, sin ayuda. Como servirse la gasolina. Las nuevas generaciones de conductores no lo saben, pero hubo un tiempo en el que funcionaban maravillosamente las tres palabras mágicas. Decía usted «lleno por favor» y un amable empleado hacía su trabajo. Hasta una serie de televisión hicieron en Antena 3 con ese título, con el genial Alfredo Landa como protagonista. Hoy por hoy, lo único que hace el señor o señora que está tras el mostrador es cobrarte e, indefectiblemente, preguntar: «¿Quiere chicles? Están de oferta». Debe ser que les obligan a ello. Igual les están grabando y les sancionan si no lo hacen. O van a comisión. Pero en eso no fallan.
Es obvio que los pobre empleados de las estaciones de servicio no son los culpables de nada. Es más, probablemente sean tan víctimas como nosotros. El que nos atraca cada vez que tenemos que repostar será un señor con turbante de Arabia Saudí. En connivencia con otros señores con corbata en algún ministerio. Pero lo cierto es que, a la chita callando, estamos padeciendo el precio más alto de la gasolina de toda la historia. Y de la electricidad. Lo cual hace que se disparen todos los demás precios en cadena provocando una inflación de casi el 7% que va camino de sumirnos en otra crisis de proporciones tan inquietantes como desconocidas. Es cierto que no se trata de un problema exclusivo de España. Ocurre en toda la Eurozona. Pero es en nuestro país donde más se está descontrolando esa inflación. Y eso es responsabilidad exclusiva de nuestro actual Gobierno.
Ocurre que este Ejecutivo anda siempre en otras cosas, que tienen que ver con un montón de asuntos –casi todos ellos relacionados con mantener el equilibrio con sus socios para seguir en el poder– pero desde luego no con los realmente importantes. Y son especialistas en desviar la atención. Eso lo hacen a las mil maravillas, no se les puede negar. Tan bien lo hacen que han conseguido aborregar a todo un país, tanto a los que les votan como a los que no. Han logrado que permitamos que nos atraquen con la gasolina, con la luz, con el gas, con los tomates, el champú, las botellas de refrescos, con la ternera o con la leche. Hoy por hoy, cualquier producto de consumo está por las nubes. Absolutamente todos los precios están disparados. Y lo peor es que no pasa nada. Sencillamente porque el presidente se llama Pedro. Si se llamara Mariano esa gasolina no sería para llenar el depósito, sino que más de uno la usaría para que ardiera la calle.