Ahora, los negacionistas
Ocurrió con el 15M y ahora con el tal Fernando Vizcaíno; cualquier patán con redes sociales puede alcanzar cotas de popularidad inimaginables en el panorama político de este país
En estos tiempos en los que buena parte de la comunicación está polarizada por las redes sociales, cualquier patán puede alcanzar cotas de popularidad inimaginables simplemente por tener Facebook, Twitter o Instagram. El último ejemplo lo hemos vivido con la patética manifestación de los negacionistas, ... que liderados desde el cuarto de estar de su casa por un vendedor de crecepelo llamado Fernando Vizcaíno, ha conseguido acaparar portadas y minutos de televisión de forma lamentable, ni más ni menos que poniendo en peligro –aún más– nuestra salud, como si no tuviésemos suficiente con la incapacidad de nuestros gobernantes para tomar medidas de verdad eficientes en la lucha contra el Covid–19. No es la primera vez que ocurre ni será la última. Pasó con la concentración del 15M, aquella ‘romántica’ iniciativa ciudadana de 2011, origen de buena parte de los males que padecemos hoy día. En la Puerta del Sol se generó un caldo de cultivo en contra del ‘sistema’, de las empresas, de los medios de comunicación, de los gobiernos o de los bancos a base de eslóganes como «No nos representan» o «Democracia real ya» repetidos hasta la saciedad. Nueve años después, el espíritu revolucionario de la mayoría de los acampados por toda España se diluyó. Pero gracias también a algunas televisiones afines que les dieron el empujón definitivo, quedaron sus cabecillas, un grupo de radicales que aprovecharon para hacer carrera política. Y de qué forma. Pablo Iglesias, Iñigo Errejón, Echenique, Irene Montero, Ada Colau o Juan Carlos Monedero, al igual que ‘nuestros’ Kichi y Teresa Rodríguez y cientos de asesores, viven muchísimo mejor ahora que entonces. Sus votantes no. Y el resto de la ciudadanía tampoco. Y es que antes de montar la tienda de campaña todos ellos no formaban más que un grupúsculo de presuntos ideólogos marginales, sin ninguna influencia sobre nadie. Su suerte fue que confluyeron en el tiempo el estallido de la crisis económica y el despegue de las redes sociales. Y supieron aprovecharlo. Las consecuencias las pagamos todos ahora. Gracias al Gobierno encabezado por Pedro Sánchez estamos sometidos a los delirios de estos ‘iluminados’, cuyo único fin es cargarse las instituciones y propagar su ideología trasnochada, al precio que sea. De Trotsky, nada menos, hablaba esta misma semana Teresa Rodríguez en sus redes. Son anticapitalistas, antisistema. No hay nada más. No podemos esperar nada más. Cualquier día, y si no al tiempo, veremos al tal Fernando Vizcaíno en una lista electoral. Tampoco sería la primera vez. Ya lo vimos con una activista pro okupas como Ada Colau, con un reventador de actos universitarios como Kichi o con una profanadora de iglesias como Rita Maestre. Sólo hace falta montar un numerito lo suficientemente espectacular, colgarlo en redes, vocear proclamas absurdas y populistas y esperar, eso sí, que unos cuantos miles de personas te voten. Que esa es la clave de todo. Que al final, la inmensa mayoría de la gente los ignora. Pero un número suficiente les vota. Y el resto los padecemos.