Julio Malo de Molina - Artículo

Aún huele a Carnaval

No sigo el Concurso del Falla, pero gozo de la calle, que es el espacio propio de la fiesta popular

Julio Malo de Molina

Lo confieso, no soy carnavalero en sentido estricto, y sin embargo creo que el Carnaval que se vive en las calles de Cádiz es la fiesta popular más interesante, alegre y participativa que se puede disfrutar en toda España, sólo equiparable a los Sanfermines de Pamplona, mucho más conocidos por obra y devoción, tanto del escritor americano Ernest Hemingway (1899-1961), como de su compatriota el cineasta Orson Welles (1915-1985). Y me explico, no conozco ni entiendo bien las entrañas del carnaval gaditano, posiblemente porque es una tradición muy de la ciudad antigua que con deleite habito pese a pertenecer a una familia de remotas raíces; de hecho llegué a Cádiz aún muy chico procedente de Tenerife, mi padre no debía tener muy altas calificaciones en la escala de ingenieros del Estado y cuando se reincorpora a la función pública le toca Cádiz que no figuraba entre sus preferencias; aunque luego, como ya mucho más tarde yo mismo, se deja cautivar por esta vieja dama digna que, como la isla de la cual procedíamos, también pertenece a la mar. Así que ni sigo el Concurso del Falla ni conozco a los protagonistas estelares del Carnaval 'oficial', pero gozo de la calle que es el espacio propio de la fiesta popular. Este año más bulliciosa y a la vez agradable, en buena medida por el celo de las autoridades y funcionarios municipales en las tareas de organización, y también por los propios ciudadanos que han sabido combinar la algarada con la ordenada amabilidad. La dispersión de los eventos a lo largo y ancho no sólo de la ciudad amurallada, sino también de la ciudad nueva o Puerta Tierra, así como la pulcra eficacia de los servicios de limpieza, han contribuido al éxito de cada jornada.

También debo reconocer que tengo mal oído, como Isaac Asimov (1919-1992) pienso que la música es la creación más sofisticada de la civilización que hemos heredado, pero me limito a disfrutarla con más pasión que perspicacia. Por eso pensé que la música popular del carnaval gaditano, emparentada con ritmos africanos, carecía de calidad y no pasaba de ser ruido de charanga y pitos. De ese grave error me ha sacado este año un simpático amigo que la fiesta me ha regalado, pues otro de los encantos de la misma es su cualidad de escenario óptimo para hacer amistades. Se trata de André Martí, suizo calvinista que ejerció como relojero en la ciudad de Funtaines, del cantón francófono de Neuchâtel, donde también se encuentra la población de Les Chaux-de-Fonds, donde en 1887 nació Charles-Edouard Jeanneret, más conocido como Le Corbusier a quien se le tiene como padre de la arquitectura del Movimiento Moderno. André que también sabe de música quedó muy sorprendido por la calidad de los sones de las agrupaciones que ambos pudimos escuchar, mostrando mi ignorancia que asumo con complacida humildad.

La fiesta aún no ha terminado, mañana domingo día 12 se celebra la jornada que para muchos es la mejor de todas, ya bien metidos en tiempos de cuaresma para resultar más irreverentes. Se trata del Carnaval Chiquito, también conocido como el Carnaval de los Jartibles. La ciudad se llena de nuevo de color, música y alegría; un día que protagonizan las agrupaciones callejeras y también las ‘ilegales’, que emplean ritmos diferentes a los canónicos, como la rumba flamenca o la salsa. Quizás alguna cante ese estribillo que me dedicaron el domingo de piñata: «Julio, tira la Aduana ya».

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