El Apunte

El horror hecho costumbre

Por desgarrador que suene, las muertes en el Estrecho han dejado de impactarnos

Por muy horripilante que suene, por muy triste que sea el retrato de todos nosotros, es imposible negarlo: nos hemos acostumbrado. Que varias personas (los casos que llegan a conocerse) mueran cada mes, casi cada semana, en nuestras costas, a unos metros de nuestras casas y nuestras vidas, cuando trataban de alcanzar la orilla para poner en pie las suyas ha dejado de impresionarnos. Lo consideramos habitual, ya conocido, inevitable. Sólo cuando le sucede a un niño, el impacto dura unos días. Cuando es un adulto, ni unas horas. Ayer fueron tres cadáveres los que llegaron a Tarifa. Es decir, un día más en el Estrecho a nuestros ojos anestesiados. Los números que regularmente publican los periódicos, a instancias de distintas ONG, hablan una vez tras otra de una tragedia enorme, colectiva. Si se le suman otros, añadidos por la Unión Europea, en otros puntos como el Mediterráneo –bien por Grecia, bien por Italia– el estupor y el dolor alcanzan proporciones insoportables. Son cientos los muertos en el Estrecho cada año al intentar cruzar de forma clandestina las aguas que separan Europa de África. No hay que añadir más para entender a qué velocidad se agrava la desgracia.

Las autoridades europeas fijan en 10.000 los menores que han muerto o desaparecido durante los últimos dos años en estas aguas o en las del Mediterráneo cuando trataban de cruzar. Son 10.000 niños muertos o esclavizados en paradero desconocido. Y como si nada. Las cifras resultan alarmantes pero, con toda su fuerza, son incapaces de dibujar ni una sola de las tragedias personales de sus protagonistas. Es evidente, con esos números en la mano, que pese al trabajo heróico de las ONG, de las fuerzas de seguridad, Cruz Roja y Salvamento Marítimo, la sociedad gaditana, en primer término, la española y la europea se enfrentan a una situación de gravedad nunca conocida que precisa de atención inminente. El trabajo que reclama esta alarma tiene varios frentes. El primero es el de salvar vidas, que recae sobre los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que están desbordados por una lucha constante. También lo soportan los equipos especializados, voluntarios o entidades sociales. El segundo frente es garantizar sus derechos, dignificar la situación de los inmigrantes con nuevos CIE como los presentados el martes, con una integración real. Esto recae exclusivamente sobre los responsables de las instituciones públicas en España, en Europa y en todo el mundo.

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