CHAPU APAOLAZA - OPINIÓN
Hollywin
Llamarán a nuestras puertas niños vestidos de San Lorenzo chamuscado o quizás de San Sebastián cuajado de flechas
El próximo Premio Nobel de Literatura se lo tendrían que dar a Cádiz, porque nadie ha aportado tantas imágenes literarias por minuto. Me asaltan en esta nostalgia de Cádiz en Madrid, que es un sentimiento oceánico, el Cádiz de Quiñones y Juan Cantueso , que nació entre las tripas y las sangres de los atunes de la playa.
La de Alberti pronunciando ‘alcauciles’ en una piscina de México D.F. y arrastrando las eles como el lamento de la ausencia, el Cádiz de taberna de pendencia y papel de estraza , de torres vigías que siguen esperando aquella flota de indias, de coplas paridas en lavaderos, de esquinas oscuras de orines y carcajada, de Los Fantasmas, del Selu y de Hassan el del Cambalache , de Las Niñas, de ambigú del Falla con una copa de ron del Corral de la Pacheca, de papelillos y de Felipe el de Ca Felipe, que aseguraba que los grandes pescados que se comían en su restaurante habían participado en los documentales del Comandante Cousteau.
Cádiz de Ganges caletero, de coro y falseta, de amargura y moscatel, de caballas en verano y coplas en invierno, de cuplé salvaje y punk, y también Cádiz de espejos de sales oros y piedras, de incienso y de hachís .
Cádiz de Carlos Edmundo de Ory y del McCarthy, de La Pepa y de la Uchi , de constituciones y chirigotas, de La Petróleo y de Haendel, Cádiz de plata sin plata. Cádiz se merecía el Nobel mucho más que Bob Dylan, que además es un sieso y un malqueda. Por eso se lo merecía Cádiz y porque siempre coge el teléfono y siempre la encuentra uno allí, en su sitio trimilenario, disputada de levantes y ponientes, olvidada del presunto progreso donde el viento da literalmente la vuelta.
Porque Cádiz es también un estado de ánimo .
Y por esto el Obispado de Cádiz , que es un organismo de natural poco dado al chiste, ha propuesto que en lugar de disfrazar a los niños de monstruos norteamericanos, se les vista de santos de Roma y esto puede ser el comienzo de una gran aventura. De calar la medida, supongo que el preferido sería San Fermín, por el cachondeo, aunque el obispo de Amiens fuera decapitado.
La representación infantil del martirio de los santos puede superar a la legión de vampiros y frankenstein de Halloween. De prosperar lo que el sagaz obispado ha decidido bautizar como ‘ Hollywin ’, llamarán a nuestras puertas niños vestidos de San Lorenzo chamuscado o quizás de San Sebastián cuajado de flechas, con esa pose tan desesperada que lo ha convertido en el icono santo de los gays. Me estoy imaginando a niños caracterizados como San Juan Pablo II en su últimos años de reinado y ya se me están pareciendo a Galindo, aquel de ‘Crónicas Marcianas ’.
Mi compañera Yolanda Vallejo se ha imaginado como disfraz rompedor el de Santa Eulalia , portando sobre una bandeja sus dos ojos arrancados o quizás de Santa Lucía de Siracusa, que fue obligada a prostituirse, azotada, desgarrada la carne, luego puesta de pie sobre un brasero ardiendo, quemados los pechos, y las heridas después le fueron fregadas con piedra tosca aceite hirviendo y plomo fundido, además de lanzarla a una fosa de cal viva.
También la metieron desnuda en un tonel lleno de cristales y objetos punzantes, la lanzaron por una calle en bajada y la encerraron en un corral lleno de pulgas. Santa Lucía tiene miga, pero el disfraz va a ser un lío para las madres.