Julio Malo
Historias de Tánger
A través de un brazo de aguas bravas, el acogedor Mediterráneo desemboca en los infinitos océanos
A través de un brazo de aguas bravas, el acogedor Mediterráneo desemboca en los infinitos océanos. Cruce de aguas saladas, especies marinas, embarcaciones, mercancías y culturas, a través suya los pueblos meridionales se encontraron con celtas y vikingos del norte. No siempre fue la frontera de dos mundos como ahora, de hecho tampoco es una frontera tectónica, pues la placa continental africana colisiona con la placa europea más al norte, allí donde se alza la Cordillera Bética. Tan antigua como el cruce de aguas que custodia desde su blanca colina pautada de elegantes alminares que claman como sirenas de barco se alza Tánger lejana y sola, la he visitado cientos de veces pero no puedo decir que la conozco, una vida entera no daría tiempo para conocer este lugar que es puerta de muchos ámbitos extensos: mares, continentes, aventuras y leyendas. Y jamás podría revelar el lugar donde aún se reúnen Rick y Renault, ni a ellos ni a Sam les gusta la curiosidad de los turistas, y a su escondido garito secreto sólo pueden acceder los iniciados.
Los ferrys que parten de Tarifa arriban a Tánger en poco menos de una hora, pero el verdadero viaje comienza al llegar. Reconocer Tánger es una aventura prodigiosa, y por eso no se recomienda al visitante trazar una hoja de ruta, es mejor dejar que la ciudad le atrape y le conduzca. Sólo así descubrirá lugares insospechados y con avidez aprenderá de sus gentes. No se debe tener nunca prisa pues la ciudad jamás revela todos sus secretos pero cuanto más tiempo se tarde en recorrerla más placeres puede proporcionar. Dicen que entre Madrid y Dakar no otra hay lugar tan cosmopolita y pleno del pálpito agudo de la vida como Tánger. Fascinante, extraña e inabarcable, redactar una guía de Tánger debe ser una tarea para llenar toda la vida de un escritor, y es poco probable que llegase a terminarla con éxito. Todos las historias posibles se han podido escribir en Tánger, historias que la ciudad revela como las líneas de la palma de una mano, escritas en su laberinto de calles, sus blancas azoteas ornadas con telas a modo de grimpolones náuticos, las rejerías y los mosaicos con finas teselas de todos los colores.
Entre 1950 y 1970 miles de lectores aguardaban al periódico diario ‘España de Tánger’, que llegaba al filo del mediodía a Cádiz, Sevilla, Málaga, y algo más tarde a Madrid; todos quedaban muy frustrados cuando los quiosqueros informaban que el ejemplar del día no había llegado porque el temporal del Estrecho impedía la navegación. Era un soplo de aire fresco en el grisáceo escenario periodístico de la España franquista. Eduardo Haro Tecglen fue su director desde 1967 hasta poco antes de su cierre en 1971. Con una tirada de 50.000 ejemplares fue único medio realmente independiente en castellano accesible a los lectores españoles de esa época. En Cádiz cuentan los viejos del lugar la expectación con la cual la población esperaba su llegada las doce horas de cada lunes, en especial por la completa crónica de la jornada futbolística del domingo, ya que antes no se conocía más información que la contenida en forma muy sucinta en la Hoja editada por la Asociación de la Prensa. Javier Valenzuela (Granada 1954) ha escrito una apasionada crónica del ‘España’, que se desliza a través de las páginas de su novela ‘Tangerina’, de obligada lectura para los enamorados de la fascinante ciudad.
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