Adolfo de Vigo

La hispanofobia catalana

Siempre, desde que tengo uso de razón, recuerdo que he tenido un espíritu españolista

Adolfo de Vigo

Siempre, desde que tengo uso de razón, recuerdo que he tenido un espíritu españolista. Siempre me he sentido orgulloso de mi país, de mi bandera, de mi himno, que aún sin tener letra ni falta que le hace, provoca que se me erice el vello. No sé de dónde viene, aunque sí sé que nunca fue inculcado ni obligado, pero es que siempre que veo mi bandera me siento orgulloso de ser español, y doy las gracias por haber nacido en este gran país. Sé que habrá gente que no sientan lo mismo, a los que les dé igual haber nacido aquí que haber sido parido en Nueva Zelanda. Lo que no entenderé nunca es a los que se avergüenzan de ser españoles.

Sé que siempre en este bendito país ha existido un rechazo a lo español. Recuerdo mi época de estudios en la Facultad de Derecho en la que en alguna que otra vez tuve algún enfrentamiento verbal con otros compañeros por llevar en la carpeta una foto de la bandera de España que ondea en el Juan Sebastián Elcano, mientras que algunos llevaban ropas con la bandera de EE.UU. o de Alemania. Entonces, el ‘facha’ era yo y ellos, los ‘modernos’.

Entiendo que algunos le den prevalencia a sentirse más andaluces, extremeños, e incluso, catalanes que a ser españoles. Pero no entra en mi cabeza es que se quiera ser independentista, como es el caso que estamos padeciendo en estos días en Cataluña. Lo que estamos viviendo los españoles con el proceso de independencia de Cataluña solo tiene un nombre, golpe de Estado. Lo único es que el anterior lo vivimos en el Congreso de los Diputados y éste lo estamos viviendo en el Congreso autonómico de Cataluña. A eso, hay que sumarle la diferencia de que en la época del golpe de Estado de Tejero los máximos representantes de los partidos políticos estaban comprometidos con un único fin, con un bien en común, que no era otro, que España. Hoy en día, algunos buscan más sus réditos políticos en unas próximas elecciones generales que en atajar la fractura que pretende una minoría catalana, ya que no reúnen ni a la mayoría. Algunos hablan de nación de naciones o de una Cataluña libre, sin hacer frente a la brecha, a la ruptura entre nacionales que cuatro ebrios por sueños independentistas.

En este país si alguno quiere independizarse se le debería de preguntar a todos los españoles. Tanto a los que pretenden serlo, como a los que dejaríamos de disfrutar una parte de nuestro territorio nacional.

Lo único que espero y deseo es que sobre los golpistas catalanes recaiga el peso de la Justicia, y si los Tribunales determinan que existe la comisión de algún tipo de delito lo paguen como establezcan las leyes penales. Que no se ‘escaqueen’ de sus responsabilidades, ni desde el Gobierno central se les permita la negociación para evitar una posible condena.

Por cierto, sumamente curiosa la postura de Ada Colau, que mucho gritar pero cuando le ha visto «las orejas al lobo» ha dejado al ‘proces’ sin locales en Barcelona. Y es que hay algunos en Cataluña que están viendo como el trasatlántico llamado ‘Independencia’ se está viendo dirigido contra el iceberg del Estado español, y aquello va a ser un auténtico naufragio político. Y utilizando el símil del refrán, si me lo permiten, cuando el barco se hunde «las ratas son las primeras en abandonar el barco».

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