Yolanda Vallejo - OPINIÓN

Se hace saber

Desde hace un tiempo a esta parte, que diría Drexler, me fijo más en la forma que en el fondo de las cosas

YOLANDA VALLEJO

Desde hace un tiempo a esta parte, que diría Drexler, me fijo más en la forma que en el fondo de las cosas. Tal vez porque entiendo más los significantes que los significados, o tal vez porque los fondos suelen estar demasiado turbios como para ver con claridad. Por eso me fijo más en la forma, en las formas. También es cierto que vivimos en un momento en el que los titulares se comen al resto de la información, y en el que con ciento cuarenta caracteres no te he dicho nada, pero hacemos como si te lo hubiese dicho todo.

Del camino a la perdición –o a la melancolía, según Patxi López– del PSOE, cuyo último episodio se emite hoy mismo, –aunque todo el mundo sabe ya el final de la serie– se ha dicho tanto, que cualquier cosa que se añada sólo servirá para precipitar el proceso de saturación de una fórmula que está ya más que gastada. Porque lo de los ‘primus inter pares’ quedaba muy bien para Roma –ahora que lo pienso, con lo de las traiciones y las puñaladas, lo mismo sigue teniendo vigencia–, pero resulta un tanto lejano para una ciudadanía cada vez más consciente de la implicación y el compromiso que supone el ejercicio de la democracia. Y es que ver cómo tres personas se pelean sólo por conseguir el poder, así en vivo y en directo, aburre, y mucho. Oh Susana no llores más por mí, terminó por confesarlo el pasado viernes, casi sin darse cuenta, «los líderes no podemos escondernos detrás de los militantes»; claro, porque los líderes son una cosa –el líder supremo ya sabe usted quién es– y los militantes otra muy distinta. Democracia representativa, dice ella. En fin. Como le dije, que me quedo con las formas y no solo con las de ella, que al fin y al cabo, son las formas a las que nos tiene acostumbrados en esta Andalucía imparable, donde todos somos suyos «mis colegios», «mis hospitales»... Entre el maternalista «no mientas, cariño» de la candidata Díaz, y el berrinche escolar «me parece bien que si no tenías ideas cogieses las mías» del candidato López, solo había espacio para la negación cainita del candidato Sánchez. Lo demás, usted lo sabe mejor que yo, es la historia del partido político más importante y más interesante de nuestra historia reciente, hecho pedazos.

Retórica hueca, como la del bando de nuestro alcalde. No hace falta que le diga, otra vez, cuánto me gusta cómo escribe el alcalde. Y cómo se nota ya que se va soltando. De aquellas primeras cartas –casi de amor desesperado– en las que latía con furia un corazón ardiente de activista, hemos pasado a un estilo más sereno pero mucho más depurado. Hueco, sí, pero muy bonito.

Verá. El bando, pese a Tierno Galván, es un acto administrativo –no un género literario– consistente en una manifestación solemne, emitida por el alcalde de un municipio, en la que se dirige públicamente al pueblo para anunciar algo, recodar el cumplimiento de alguna norma, hacer recomendaciones para la buena convivencia o pedir la colaboración de los vecinos y vecinas en algún asunto municipal. Para ponernos en situación, aquello que hacían los pregoneros, «de orden del señor alcalde, se hace saber….». Una cosa muy decimonónica, por cierto. Pues bien, nuestro alcalde nos ha hecho un bando para que asistamos a la parada naval de «la Flota de Indias»que el Ateneo había organizado para hoy con motivo de los actos del Tricentenario. Sí, ha leído bien. La organiza el Ateneo, no el Ayuntamiento, pero da lo mismo. Y es por eso, por lo que el alcalde, que nos recuerda que hemos sido una ciudad de «gentes del mar», nos invita a que nos ambientemos y participemos en tan «fausto» evento, mientras nos trasmite «el sentido homenaje de este regidor a un mar que nos rodea», lo del sentido homenaje no me negará que es precioso. Igual que de precioso que el paralelismo «del mar el comercio, del mar la pesca, del mar el puerto», al que solo le faltó «de la mar, el mero y de la tierra, el carnero». Lo sé. No soy nada objetiva, pero ya le dije cuánto me gustan las formas y cuánto me gusta cómo escribe el alcalde. Me hace olvidar por momentos la ciudad que tenemos, y me transporta a la ciudad que queremos, y nada más que por eso, merece la pena.

Y nada más que por eso, pienso ir a la parada naval, que será cuando los vientos quieran. Bueno, por eso y porque no tengo intención de perderme ni uno de los actos del Tricentenario del traslado de la Casa de la Contratación a nuestra ciudad. Después de haber visto la exposición «Cuando el mundo giró en torno a Cádiz», estoy deseando sorprenderme con cualquier cosa. Y no; no hablaré de la muestra para no contaminar su opinión y para no caer en la tentación de criticar el trabajo de quienes, con más voluntad que medios, han colaborado en la misma.

Vaya usted y haga como decía la publicidad. Busque, compare… y si quiere saber algo de la época en la que Cádiz fue el centro del mundo, o no quedarse solo en las formas –como yo–, léase los viajes de Jean-Baptiste Labat, o Antonio Ponz, o las memorias de Raimundo de Lantery. Eso sí que es saber.

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