Adolfo Vigo del Pino
El habla de Cádiz
Se nos quiere hacer ver por miembros de algunos sectores progresistas que el habla de nuestra ciudad es aquel que recoge toda clase de insultos y expresiones malsonantes
De un tiempo a esta parte, se nos quiere hacer ver por miembros de algunos sectores progresistas que el habla de nuestra ciudad es aquel que recoge toda clase de insultos y expresiones malsonantes. Se nos dice que, con perdón, «cagarse en los muertos del otro», «en su puta madre» o «mandarlo a tomar por culo» son la esencia del habla de nuestra ciudad. Y se me plantea la duda de qué pensará D. Pedro Payan Sotomayor, autor del libro ‘El habla de Cádiz’, de que desde esos sectores se maltrate el exquisito lenguaje que durante muchos siglos esta ciudad cultivó y ejercitó.
Parece que se olvidan que una de las grandezas del carnaval de nuestra ciudad era el utilizar el doble sentido de las palabras. Ya lo dijo en su momento la chirigota del Selu, la cual «admiraba el doble sentido de algunos poetas». Poetas de braguetas, añadiría yo, porque para hacer la gracia todo lo tienen que llevar a la zona genital masculina o femenina, incluso algunos teniendo aquello como la torre de preferencia de nuestro extinto estadio Carranza.
Y es que se ha puesto tan de moda ese tipo de vocabulario que determinadas personas, como el afamado Cumbres o el inigualable Karlos Puest, se han convertido en abanderados de dicho idioma genital, escatológico y necrófilo. Llegándose, incluso, a calificar por algún miembro de la Corporación Local como la esencia del habla gaditana.
Atrás han quedado aquellos tiempos en los que, por ejemplo, Agustín González ‘El Chimenea’ o Miguel Pérez ‘El Mellao’, utilizaban el doble sentido de las palabras para decir lo que querían decir pero sin utilizar palabras zafias y chabacanas. O el mismísimo Juan Carlos Aragón cuando en ‘Las ruinas romanas’ terminaba un pasodoble diciendo que «miraba a los del norte y se los pasaba por todos los rincones».
Ese es el habla de nuestra ciudad, la gracia o el ‘age’ de nuestro pueblo. Esa utilización del vocabulario de forma que sin decir lo que se pretende decir se está diciendo todo. Ese habla que se fue formando no solo con las palabras originales de nuestro castellano, sino con las aportaciones que el Nuevo Mundo le dio a nuestra ciudad por ser un puerto de Indias, o las influencias de la burguesía española que habito nuestra ciudad, incluso, la castellanización de palabras que nos trajeron franceses e ingleses en ese periodo dorado que vivió Cádiz cuando era el referente del orbe moderno.
Me pregunto qué ocurriría si el próximo artículo que escriba para este periódico me diera por escribirlo en el habla de ‘cadi, cadi’, y se lo dedicara al Ayuntamiento, a la Junta o a cualquier otra institución de nuestro país. Entiendo que no se me aplicaría lo del habla de Cádiz y terminaría ante un Juez por un posible delito de injurias o calumnias. Y es que la conclusión de todo esto, que se me viene a la cabeza, es que ese no es el lenguaje de nuestra ciudad, no es el lenguaje de la mayoría de mis paisanos. Ese es el lenguaje de algunos que pretenden hacerse los abanderados de los gaditanos profiriendo insultos contra todo aquel que no piense como ellos y que no comulguen con sus ideas radicales.
Y la verdad que es una pena que ese lenguaje, esa inteligencia que antaño se usaba para insultar pero sin que el insulto saliera de la boca del que lo profería se haya ido «a tomar por culo».
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