OPINIÓN
'Güena' gente
Tener buen fondo está bien, y muchos en Podemos lo tienen, pero eso no les valida como gestores, que es lo que importa
La historia del chaletaco de lujo que se han comprado Pablo Iglesias e Irene Montero da para muchas reflexiones . E imagino que un buen número de ellas se le habrán pasado ya a usted por la cabeza. La obvia es concluir que por supuesto que la feliz pareja tiene todo el derecho del mundo a comprárselo. Faltaría más. Ganan lo suficiente, lo van a pagar durante un montón de años y aquí paz y después gloria. Sobre todo en esa piscina, que tiene pinta de ser gloria bendita ahora que empieza a apretar el calor. Distinto es, y eso también lo ha pensado usted ya, la hiperbólica muestra de incoherencia entre lo que ambos predican y lo que practican. Es imposible sostener un discurso –en un mitin en Vallecas, por ejemplo– sobre clases oprimidas, fascismo, casta y demás sandeces cuando nada más terminar te montas en el coche oficial y te marchas a tu chabola de la Sierra de Madrid, donde te esperan la persona del servicio con la cena preparada, el jardinero/a cortando los setos y el/la que mantiene la piscina echando el cloro. Es tan sumamente absurdo que raya lo irrisorio, pero ese es un problema que Pablo e Irene deberán afrontar con su electorado.
En el ranking de incoherencias de los últimos años, este asunto se ha puesto al mismo nivel que la de la UGT de Andalucía en el año 2012, que el mismo día que convocaba una huelga general en protesta por la reforma laboral, despedía a más de 200 trabajadores de sus oficinas amparándose en esa misma reforma laboral. Veinte días por año trabajado y a su casa. Gracias Mariano. Nos hemos ahorrado una pasta.
Es obvio que los primeros cabreados por el casoplón son los propios integrantes de Podemos, a los que han metido en un aprieto gordo. Como los mangantes del PP, que están empeñados en que sus compañeros de partido que son honrados no gobiernen ni en el último pueblo de España. Todo el podemismo ilustrado ha sido preguntado por la cuestión y la mayoría ha dado largas o ha esgrimido excusas absurdas , empezando por el cada día más cansino Echenique. Pero hete aquí que el primero que ha salido a criticar a la parejita ha sido, quién si no, el ilustre alcalde de Cádiz. Kichi, reconocido militante anticapitalista –organización muy a la izquierda de Podemos y ambas internamente enfrentadas– lo ha hecho para darle un palo a Iglesias. Y de paso para ponerse una medallita. Ha sacado de nuevo su poesía a pasear: «Yo vivo en un piso de currante», «somos leales a la gente», etc. Y tiene toda la razón. Lo cual le honra como persona. Nadie duda de que Kichi es «güena gente». Como muchos en Podemos. Tanto como pésimos gestores políticos. Que es lo que importa. No debemos perder la perspectiva. Al gaditano le da igual dónde viva, si le gusta ir a pescar o si prefiere playa o montaña. Le importa su gestión. Y el estado de la ciudad habla por si solo. Viva en La Viña o en Bahía Blanca. Anime al Cádiz o al Borussia Dortmund. Ser un soñador, un idealista, está muy bien. Pero eso no limpia las calles ni trae proyectos de futuro para la ciudad. Que es de lo que se trata.