Gregorio Gómez - OPINIÓN
El tsunami que no llegó a Cádiz
No quiero faltar a la promesa que tengo de recordar el aniversario del maremoto de Cádiz de 1875
Como hago todos los años, no quiero faltar a la promesa que tengo de recordar el aniversario del maremoto de Cádiz de 1775 . Debo confesarles que no me encuentro muy animado para volver a escribir sobre el citado evento. Varias pueden ser las ... razones que me conducen a ello, y entre otras, está la de haber escrito ya muchos artículos en la prensa de Cádiz sobre este asunto, sin ver una respuesta de los organismos competentes.
Mi interés por los tsunamis tuvo varias vertientes, según aumentaba mi edad. La primera, fue la puramente científica, pues al ejercer en “mis ratos libres” como profesor de Ingeniería Marítima y tener que explicar la teoría del oleaje, me gustaba mantener entretenida la atención de mis alumnos con una ola muy singular, bien diferente del resto de las otras. Era una ola, que los matemáticos llamaban “onda solitaria”, que era capaz de viajar por el océano a la velocidad de un jet, apenas perceptible en alta mar, pues su altura podría ser de sólo medio metro y su longitud de varios centenares de kilómetros. Conforme se acercaba a la costa, se peraltaba, pudiendo tener alturas importantes 10-20 metros y, sobre todo, arrastraba una masa enorme de agua, que era capaz de destruir todo lo que se encontrara a su paso. Para hacerla más mortífera, una vez que empezaba a viajar, no paraba, y además lo hacía en todas direcciones. Algo así como si ustedes tiraran una piedra en un estanque y vieran la trayectoria circular de la superficie del agua. Era ajena a los agentes atmosféricos, y podían darse en días soleados, sin una pizca de viento, y en donde la única señal que avisaba a los bañistas y paseantes, era una prolongada y anormal retirada del mar, a modo de una enorme bajamar. La causa más común para que se desarrollara esa ola solía ser el dislocamiento de alguna falla submarina, capaz de desplazar verticalmente millones de metros cúbicos de agua, que provocaran en la superficie del océano una onda circular, como la que anteriormente le había explicado. Para ello se necesitaban, en general, terremotos submarinos superiores a 6,5 grados en la escala de Ritcher. Si bien podían existir otras causas, como los deslizamientos de grandes laderas, glaciares o erupciones volcánicas, y que para los gaditanos que no viajen, no les van a afectar. Afortunadamente son fenómenos que ocurren muy esporádicamente, pero que suceden. Como muestra reciente tenemos el tsunami del Índico en 2004, probablemente el mayor desastre natural de la época moderna: 275.000 muertos, 45.000 desaparecidos y 125.000 heridos, en diferentes zonas costeras de ese océano, y a donde llegaron dos o tres de esas olas a puntos distantes, hasta 2 horas después de haberse producido el terremoto (como en Sri Lanka), y en donde pudieron haberse salvado muchas vidas humanas, de haber habido un sistema de alerta adecuado y la consiguiente educación ciudadana de cómo actuar. Tanto para los habitantes del lugar, como para los numerosos turistas extranjeros que disfrutaban de unas exóticas vacaciones ese 26 de diciembre. Sin embargo, los animales, como los elefantes, sí que lo presintieron y huyeron a sitios altos.
Peor si cabe fue el tsunami de Japón, del 2011, en donde los sistemas de alerta funcionaron casi a la perfección, con un altísimo conocimiento ciudadano de cómo actuar, pero que, debido a la cercanía del foco, hubo muy poco tiempo para reaccionar. Para mayor tragedia —y se lo oí contar a unos expertos japoneses—, algunas estructuras diseñadas específicamente para albergar personas, y una gran compuerta para defender una isla, se quedaron cortas en altura y no pudieron resistir el impacto de la ola, falleciendo muchas personas. Como ejemplo positivo podemos citar el sistema de evacuación de 100.000 personas en Oahu, con evacuaciones verticales de los numerosos turistas en los hoteles de Waikiki, ante un aviso de tsunami, que llegó finalmente con muy poca intensidad.
Ante este panorama, en el que no se puede luchar contra esa mortífera ola, mi interés principal se centró en transmitir la necesidad de la educación ciudadana ante este tipo de contingencias. Por esa razón di bastantes charlas en diferentes colegios, institutos y algunos ayuntamientos (el último en Chipiona en el 2017), con el fin de despertar la concienciación de que un maremoto como el de 1755 pudiera volver a repetirse. No sabemos. cuándo, pero se repetirá. Desconocemos estadísticamente su periodo de retorno, pero si fuera de 1.000 años (cifra que algunos investigadores barajan), no significaría que no volvería a pasar hasta dentro de 1.000 años, sino que, como cifra media estimativa, durante ese periodo de 1.000 años, todos los años tendríamos una probabilidad de ocurrencia de 1/1000; el 1er año, el 2º…y el último). Y esa probabilidad sería mayor, por ejemplo, que la de acertar una quiniela; y por ahí hay gente que le ha tocado.
¿Y qué ha hecho el Gobierno de España sobre este asunto, y en particular la Junta de Andalucía? Pues el Gobierno de España que había entonces, aprobó la Directriz Básica de Planificación de Protección Civil ante el Riesgo de Maremotos, con un Real Decreto de 21 de noviembre de 2015. En él se establecían los requisitos mínimos para una adecuada coordinación con los diferentes planes de las comunidades autónomas y, dentro de estos últimos, con los planes de actuación de ámbito local. Eso sí, le faltó contundencia, pues no puso fecha…y ya sabemos lo que pasa en la Administración cuando no se ponen plazo a las cosas.
¿Y la Junta de Andalucía? Pues el Gobierno anterior, en términos coloquiales, “mareó la perdiz”, es decir, no hizo nada. Y el Gobierno actual “no sabe, no contesta”, al menos que yo sepa. Sin embargo, empiezo a tener un cierto halo de esperanza en que las cosas van a cambiar, y de que va a ser la propia ciudadanía la que empuje. Prueba de ello fue la confusión que se originó en las redes sociales este verano cuando en la mañana del 6 de julio pasado se produjo una retirada de agua dentro del puerto de Conil y corrió como la pólvora la noticia de que podía ser un tsunami. Cuando se trató de un fenómeno típico de resonancia portuaria, muy habitual en el Puerto de Ciudadela y en los puertos del Cantábrico, y que expliqué en tres artículos de este medio. En los comentarios de Facebook se notaba el desánimo de mucha gente que comentaba, con razón < ¿Y si hubiera sido un tsunami, ¿qué habría que hacer?>
Más esperanza me da el que esta inquietud se haya transmitido al Carnaval de Cádiz, con el video de la chirigota callejera que ha sido viral en las redes sociales. Y en donde, con mucha gracia, se resume el plan de evacuación del Alcalde de Cádiz, cuyo final dice así:
Ya tenemos en Cádiz
nuestro plan de evacuación.
Se activa con tres palabras
Con tres palabras que dirá el Kichi desde el balcón
¡M…el último!
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