El síndrome de Casandra

Si sucediera un maremoto como el de 1755 en el Golfo de Cádiz, un día de verano y sin estar preparados, las consecuencias mortales podrían ser muy superiores a las causadas por la pandemia actual

GREGORIO GÓMEZ PINA

Como todos los años, el 1 de noviembre escribí algo sobre el maremoto de Cádiz de 1755, para que no quede olvidado. Lo titulé ‘El maremoto de Cádiz: ¿Por qué les cuento todo esto?’ Fue un recordatorio de los doce artículos que publiqué desde 2005 ... hasta esa fecha, explicándoles las razones y las historias que tenía asociadas a cada uno de ellos. Les confesaba, además, que ya poca cosa me quedaba por contarles sobre este mortífero fenómeno natural y que consideraba que había cumplido sobradamente con el deber que me propuse de difundirlo. A lo largo de los años lo he ido haciendo tanto desde este periódico, como a través de las numerosas conferencias que he dado en sitios bien diferentes, sin olvidar mis clases de Ingeniería Marítima, en donde siempre fue un tema recurrente. Hasta lancé la advertencia–bien lejos de mi deseo– de que, si sucediera un maremoto como el de 1755 en el Golfo de Cádiz, un día de verano y sin tener preparado un plan de alerta y evacuación para residentes y visitantes, las consecuencias mortales podrían ser muy superiores a las causadas por la pandemia actual.

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