El síndrome de Casandra
Si sucediera un maremoto como el de 1755 en el Golfo de Cádiz, un día de verano y sin estar preparados, las consecuencias mortales podrían ser muy superiores a las causadas por la pandemia actual
![GREGORIO GÓMEZ PINA: El síndrome de Casandra](https://s3.abcstatics.com/media/opinion/2020/12/06/v/Imagen-kdoF--1248x698@abc-Home.jpg)
Como todos los años, el 1 de noviembre escribí algo sobre el maremoto de Cádiz de 1755, para que no quede olvidado. Lo titulé ‘El maremoto de Cádiz: ¿Por qué les cuento todo esto?’ Fue un recordatorio de los doce artículos que publiqué desde 2005 ... hasta esa fecha, explicándoles las razones y las historias que tenía asociadas a cada uno de ellos. Les confesaba, además, que ya poca cosa me quedaba por contarles sobre este mortífero fenómeno natural y que consideraba que había cumplido sobradamente con el deber que me propuse de difundirlo. A lo largo de los años lo he ido haciendo tanto desde este periódico, como a través de las numerosas conferencias que he dado en sitios bien diferentes, sin olvidar mis clases de Ingeniería Marítima, en donde siempre fue un tema recurrente. Hasta lancé la advertencia–bien lejos de mi deseo– de que, si sucediera un maremoto como el de 1755 en el Golfo de Cádiz, un día de verano y sin tener preparado un plan de alerta y evacuación para residentes y visitantes, las consecuencias mortales podrían ser muy superiores a las causadas por la pandemia actual.
Se notaba en mi artículo un halo de pesimismo y desconfianza hacia los responsables políticos que habían mostrado hasta ahora tan poco o nulo interés en este asunto. Algo, además, que no iba a mejorar en la actualidad, sino todo lo contrario. ¡Bastante tenemos con esto del virus, para que ahora nos vengan recordando que puede llegar un tsunami! ¡Para tsunamis, los que estamos pasando desde que apareció el dichoso bichito! –me podrían decir, y razón tampoco les falta–.
Debo señalar que, sin embargo, recibí muchos comentarios en las redes sociales y whatsapps apoyando mi persistencia en este asunto. De todos esos comentarios, me llamó especialmente la atención el ‘whatsapp’ de un buen amigo que me reenvió un mensaje de una conocida suya, sicóloga, que opinó lo siguiente:
«Buen artículo. Parece que el autor sufre el ‘síndrome de Casandra’. No es el único en este país. Voces como la suya, autorizadas por el conocimiento del que disponen, son ninguneadas. ¡Así nos va!»
Su amiga, haciendo gala de una gran elegancia intelectual, por si yo desconocía de lo que estaba hablando, continuó el mensaje diciendo:
«El ‘síndrome de Casandra’ se refiere a la desazón o sufrimiento de una persona que avisa de algo y no es escuchada.»
Les aclaro que, en la mitología griega, Casandra era una de las princesas de Troya, hija de Príamo y Hécuba, de extraordinaria belleza. Apolo, deslumbrado por su hermosura, le prometió el don de la profecía a cambio de convertirse en su amante. Casandra, que era muy ambiciosa, aceptó el don complacida, pero cuando Apolo acudió para convertirse en su amante, ella le rechazó, lo que enfureció al dios. Muy ofendido, la maldijo, haciendo que sus predicciones, aunque fueran certeras, no fueran creídas por nadie.
Después de descubrir que, efectivamente, yo padecía el ‘síndrome de Casandra’, me llevé a los pocos días la gran alegría de saber que había habido un político que sí que me había hecho caso en lo referente a que deberíamos estar preparados para un maremoto. Pero de una forma real, no con palabras que luego se las lleva el viento. Se trataba del alcalde del municipio costero de Chipiona, Luis Mario Aparcero, que de forma oficial había llevado a pleno la propuesta de que su municipio se convirtiera en el primero de España en estar preparado para hacer frente a la llegada de un posible maremoto a su costa. Ello fue posible gracias al compromiso establecido con el prestigioso Instituto de Hidráulica de Cantabria, para que Chipiona se uniese al ambicioso programa ‘TsunamiReady’, auspiciado por la Unesco. Debo decirles que en el mes de agosto me reuní con el alcalde para convencerlo de que no perdiese esta oportunidad y de que iban a ser muchos los beneficios de pertenecer a ese programa.
Este pasado lunes tuvimos un ‘webinar’ desde el salón de plenos del Ayuntamiento, en donde el regidor explicó a la ciudadanía los fines de ese plan y en donde también se presentaron por parte del IH Cantabria, los primeros mapas de inundación de la ciudad, en los que ha colaborado la Universidad de Málaga. También se estableció un calendario de trabajo por todas las partes implicadas: mapas de evacuación, actividades educativas, concienciación y educación ciudadana de cómo proceder ante un aviso de tsunami, etc.
Desaparecido el ‘síndrome de Casandra’ que al parecer he venido arrastrando durante tantos años, me pregunto, para el caso de la ciudad de Cádiz en particular, ¿a qué ha sido debido la falta de interés de la alcaldesa anterior y del actual alcalde en no haber sabido aprovechar el programa europeo Transfer en el que se analizó muy pormenorizadamente, ya hace años, aspectos similares a los que se van a presentar ahora en Chipiona?
¿No será que el actual alcalde, Kichi, gran aficionado al carnaval, tiene preparado ahora un as en la manga y nos va a anunciar su plan de evacuación, desde el balcón del Consistorio, que se activa con tres palabras: «M… el último», tal como decía la famosa chirigota que todavía circula por las redes sociales?
¡Que la Virgen de la Palma y la Virgen de Regla, juntas, nos protejan mientras tanto!