Julio Malo de Molina
La gran arquitectura del XIX en Cádiz
La arquitectura fabril de hierro del XIX dejó dos piezas de entidad en el centro histórico de Cádiz, la Fábrica de Tabacos (1883) y la Estación de Ferrocarril (1905)
La revolución industrial, el progreso tecnológico y el desarrollo del comercio, que se desencadenan en los países democráticos desde finales del XVIII y principios del XIX, van a incidir en la construcción hasta llegar a producir un estilo nuevo y auténtico: la arquitectura fabril y ferroviaria, de hierro, vidrio y ladrillo. Los constructores del hierro fueron símbolo de la pujanza empresarial del siglo XIX y en palabras de Carlos Marx levantaron «maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto». Los nuevos materiales van a permitir una arquitectura novedosa, pues como sostenía Leopoldo Torres Balbás: «El pasado son la piedra y la madera, con las cuales ya nada tenemos que decir. El porvenir está en el hierro, el cobre y al acero».
La arquitectura edilicia conserva apariencias del pasado, pues el caserón burgués continúa ocultándose a la naturaleza, que se prefiere ver en los cuadros que cuelgan en su encerrado y oscuro interior, hasta que ya en el siglo XX el Movimiento Moderno liquida esta servidumbre histórica. Sin embargo la arquitectura industrial, en la cual la economía y la racionalidad se imponen, aprovecha las ventajas que ofrece la nueva lógica constructiva; así muestran las formas de construir sin disimulos, de manera que las grandes estructuras vistas componen una nueva monumentalidad basada en la verdad. Sus formas no son consecuencia del ornato añadido sino orgullosa expresión de los avances de la ciencia y de la tecnología.
Esta arquitectura fabril de hierro del XIX, preludio de una modernidad que se consolida varios años después, dejó dos piezas de entidad en el centro histórico de Cádiz, ambas muy próximas, entre los muelles y el borde amurallado. La Fábrica de Tabacos (1883) que se situó sobre el Baluarte de la Alhóndiga; y la Estación de Ferrocarril (1905) sobre rellenos en aguas de la Bahía al pie de la muralla, entre los Baluartes de: Santa Elena, Santiago y Los Negros, frente a los muelles comerciales, de pasaje y pesqueros. Ambos edificios pudieron perderse por cese de sus usos. Tabacalera se salvó gracias a una rehabilitación como Palacio de Congresos.
La estación quedó 'tocada' cuando sobre la plaza que la comunicaba con los muelles y el resto de la ciudad, a escasa distancia de su fachada principal, en 1959 se construye un desafortunado edifico tardo historicista para uso de Aduana. Hace veinte años se plantea una operación para reponer y ampliar el espacio ferroviario y su entorno, que incluía la demolición de la Aduana. Hasta que un grupo de ciudadanos, de buena fe pero escasamente informados, plantean la defensa de esa construcción carente de valor, y en consecuencia la Dirección de Bienes Culturales de la Junta incluye la pieza en su Inventario de Bienes, por lo cual en el actual Plan de la ciudad se protege con el simple grado de 'interés ambiental'.
Se edifica una nueva estación, mientras que la antigua fue primorosamente restaurada como parte del Plan de Infraestructuras de Trasporte de Fomento 2000-2007; pero no se ha procedido a la demolición de la Aduana que ocupa la plaza y oculta la bella fachada que durante la primera mitad del siglo XX caracterizó un elegante umbral de la ciudad al mundo de la mar. Creo que se debieran rectificar los actos administrativos que impiden el derribo de un edificio sin valor arquitectónico y que representa un estorbo para recuperar el espacio público de mayor interés para la ciudad, a la vez que nudo intermodal de trasporte y fachada marinera.