OPINIÓN

El gordo y el flaco

Entrañable tía Maruja, ya centenaria apenas recuerda a esa pareja de cómicos formada por un flacucho inglés y un corpulento yanqui del sur

Julio Malo

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Entrañable tía Maruja, ya centenaria apenas recuerda a esa pareja de cómicos formada por un flacucho inglés y un corpulento yanqui del sur conservador, cuyas disparatadas peripecias mantenían entretenida a su asilvestrada tribu de sobrinos irredentos. Recordar ahora esas geniales películas me devuelve ... al hotelito de mis abuelos en la madrileña Colonia del Viso, un modelo habitacional tomado del urbanismo británico en clave de modernidad, que se levanta en tiempos de la república por arquitectos de la vanguardia madrileña, como Rafael Bergamín, Luis Blanco-Soler y Luis Felipe Vivanco, en torno a la parte norte de la calle Serrano, originariamente la periferia de la capital, y donde vivieron personajes tan relevantes como José Ortega y Gasset, Rafael Sánchez Mazas o Salvador de Madariaga. Entonces no lo supimos pero tía Maruja envolvía en un manto de valiente ternura los sufrimientos de una guerra reciente, novia de un apuesto militar que era primo de Camilo José Cela, preparaba su boda en el verano de 1936, cuando de improviso las hogueras del infierno quemaron las tierras de España. Tía Maruja perdió a su amor, porque como dijo años después el cantautor Raimon, «unos decían que habían ganado, otros habían perdido; yo creo que todos habíamos perdido».

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