El Gordo, el 68

Estamos en vísperas de dos acontecimientos con resultados impredecibles

Felicidad Rodríguez

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Estamos en vísperas de dos acontecimientos con resultados impredecibles. Uno de ellos, el del viernes 22, lo aguardamos con ilusión; el otro nos tiene sobre ascuas, y con un nudo en el estómago, esperando a ver que pasa. El primero se repite todos los años desde que se inventara en Cádiz allá por 1812; el otro, ya veremos las veces que se reproduce. El viernes estaremos pendientes de cómo los niños de San Ildefonso reparten 2.380 millones en el Teatro Real. El segundo premio cayó en Cádiz el año pasado; a ver si hay suerte y esta vez toca el primero. Esperemos que la fortuna esté bien repartida y sea un regalo anticipado de Reyes allí donde haga más falta. Y para los que no les toque siempre quedará la ilusión del Niño o esperar mejor suerte el año que viene. En definitiva, ya sea en premios, en ilusión, o por la parte que le toca a Hacienda, todos ganamos algo. Dicen que una de las terminaciones más agraciadas en la historia ha sido el 5 y quizá por eso pero, sobre todo, por lo que está pasando en una de las esquinas de España, las apuestas mayoritarias se decantan por el 155. El viernes saldremos de dudas. De cualquier manera no deja de ser bonito que en Cádiz naciera una iniciativa que puede traer alegría a muchos hogares. También Cádiz fue pionera en eso de implantar el cantonismo aunque, en lo que se refiere a esto último, no creo que sea motivo para sentirnos orgullosos.

El segundo de los acontecimientos de resultado impredecible de esta semana ocurrirá un día antes y, como sabemos, el intento de cantón se llama Cataluña. A diferencia de la suerte de las bolas con las que, independientemente de los resultados, todos tenemos algo que ganar, aunque solo sea porque Hacienda somos todos, en el caso de las elecciones catalanas y, según cuales sean los resultados, los españoles podemos ganar o, por el contrario, perder mucho. Porque, en el caso de las votaciones, las consecuencias, positivas o negativas, no se limitan a los que hayan podido comprar una participación. Las encuestas, aunque a ver quien se fía de las encuestas en los tiempos que corren, nos mantienen en una incertidumbre total. Ni recurriendo a las profecías de Nostradamus podemos vislumbrar que ocurrirá el próximo jueves en ese trozo de España ni lo que pasará, en las conversaciones para posibles pactos, durante los días siguientes. Ni siquiera ‘Los Enteraos’, con el gran poder de convocatoria que el grupo gaditano tiene en Cataluña, son capaces de resolvernos las dudas. Una muestra de la dubitación reinante la podemos observar en la corriente anticapitalista de Podemos cuando dice eso de que «no reconoce ni deja de reconocer» la república catalana, objetivo, que al fin y al cabo, es el de algunos de los partidos que se presentan a las elecciones. Ya lo decía Groucho Marx, «estos son mis principios; pero, si no les gustan, tengo otros». A lo mejor, para aclararse, les viene bien que se vuelva a respetar la jornada de reflexión, esa reliquia que desapareció, de facto, hace algo más de una década. Y, para terminar de liarla, Puigdemont se inventa lo del voto delegado. En estas elecciones solo hay una cosa segura y es que el Gordo se llama 68. Por el bien de todos, esperemos que el número les toque a los constitucionalistas.

El Gordo, el 68

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