Los girasoles están muy ciegos
Dice el refrán castellano que «al que no está hecho a bragas, las costuras le hacen llagas»; y ya saben que el refranero no engaña
Dice el refrán castellano que «al que no está hecho a bragas, las costuras le hacen llagas»; y ya sabe usted que el refranero no engaña y también sabe lo que significa lo de las bragas ¿verdad? Aunque quizá habría sido más elegante decir que ... no está hecha la miel para la boca del asno, por si a alguien le escuece mucho el román paladino, o por si hay algún ofendido o indignado en la sala. Que los habrá, porque últimamente son legión, y salen llagas por todas partes.
Esta semana lo hemos visto. Vecinos que protestan por la instalación de un tiovivo en la plaza de la Catedral alegando la « contaminación visual » que supone para el entorno –marco incomparable, de belleza sin igual –que haya un carrusel allí en medio, y vecinos, como los de Segunda Aguada que no solo están en contra de la ubicación, sino que, en palabras de su presidente, Antonio Peinado– vea las declaraciones, si tiene ocasión- están en contra «de todo lo que se coloque allí, que no sea la plaza en sí», especialmente de los «trailers que vienen con exposiciones banales, que no valen para nada». Reconozco que no sé muy bien lo que son «trailers» con exposiciones banales que no valen para nada, y seguramente no será lo que me imagino, porque dudo mucho que el presidente de la Asociación de Vecinos con más programación cultural por metros de almanaque en la ciudad, estuviese insinuando que una exposición no vale para nada, y en cuanto a lo de «trailers», intuyo que querría decir carpas, o contenedores o algo parecido, pero ya sabe, lo de las bragas y las llagas.
También ha protestado el mundo cofrade porque un coro de carnaval –de carnaval, a ver si nos entendemos– podría haber usado un logotipo muy similar al escudo de una hermandad gaditana. Ofendidos, indignados, consiguieron que el coro de marras retirara el logotipo y pidiese perdón, aun sin saber bien en qué consistía la ofensa. Cosas que pasan en esta ciudad, dirá usted.
Y no solo en esta ciudad. Es la pasión la que nos ciega, y como decía Saramago !creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven!. Ciegos, como los girasoles que esta semana han salido de la programación de los departamentos de Lengua Española y Literatura para Bachillerato y que han hecho llagas purulentas, incluso en alguna mente supuestamente preclara. Verá. Cuando se cuentan las cosas a medias, cuando se saben las cosas a medias, cuando se escuchan las cosas a medias, queda hueco suficiente para que el escándalo se instale y acampe a sus anchas, pero no remedia la ignorancia. Y en este tema hay mucha ignorancia.
Para empezar, se confunde el continente con el contenido, o mejor dicho, la forma con el fondo. Los jóvenes andaluces, en este caso, estudian la literatura del siglo XX, no es una asignatura de «leer», y mucho menos es una asignatura de entender la historia –que para eso tienen otra–. Es una asignatura que estudia los movimientos, géneros literarios, las características y, sobre todo, el hecho literario que representa el canon de obras tipificado por generaciones. Para que usted me entienda, en aquellos comentarios de texto que hacíamos guiados por Lázaro Carreter, el «argumento» y el «tema» representaban una mínima parte de un ejercicio donde se valoraba más el reconocimiento del estilo, del lenguaje y de la crítica textual en obras muy representativas. La cosa no ha cambiado mucho. Una ponencia compuesta por funcionarios docentes, tanto de Universidad como de Bachillerato, estudia, evalúa y escucha las propuestas y las demandas del resto del profesorado y elige, según criterios literarios –literarios– qué obras entran y cuáles salen de la nómina de lecturas obligatorias. Salió García Márquez –un Nobel–, salió Juan Ramón Jiménez –otro Nobel– salió Valle-Inclán, salió Machado, y entraron Cernuda, Buero Vallejo, y Alberto Méndez, que por si alguien no lo sabe, solo tiene publicada una novela –póstuma, además–, que no representa a ninguna generación y que, más allá de haber sido un ‘one hit wonder’ y de haber tenido mucho éxito por la versión cinematográfica no tiene otros méritos, a pesar de que nuestro alcalde diga que es una «obra maestra».
Hacía mucho tiempo que los profesores de lengua y literatura andaluces –no la Junta del Tripartito– andaban reclamando más presencia femenina en esta nómina que secuencia el siglo XX en generación del 98, del 27, de 36, posguerra y actual. La oportunidad de cambiar era más factible en la narrativa y, por tanto, Carmen Martín Gaite sustituye este año a Alberto Méndez. Martín Gaite, además, que representa a toda una generación de mujeres con voz propia en la literatura; con voz y con habitación propia, en este caso ‘El cuarto de atrás’, un relato que analiza, además, la situación de la mujer española en el tardofranquismo, por si existen sospechas de adoctrinamiento y eso.
No es una cuestión ideológica, la literatura no es la realidad, y la ignorancia es, como siempre, la más osada, aunque se cura leyendo. Dudo mucho que las voces que han se han rasgado las vestiduras por el cambio de texto, sepan de que estamos –literariamente– hablando. Los girasoles se mueven siempre hacia el Sol, como la mayoría de nuestros políticos, que buscan siempre el sol que más calienta y terminan deslumbrados. Ciegos. Muy ciegos, como los de Saramago.