Un aplauso diario al palco 22
El teatro rugió y no fue por una copla, un cupletazo o el remate de una cuarteta de popurri; Rugió compungido, estalló en aplausos, aplausos tristes pero orgullosos de un paisano, un paisano mayor.
Han pasado 80 días desde que Juan Manzorro decidiera gastarnos esta broma de mal gusto. En ninguno de esos ochenta días -y sus ochenta noches- he perdido de vista su recuerdo. No me he atrevido hasta ahora a escribir nada de mi amigo Juan porque los primeros días lo único que me rondaba la cabeza era la palabra injusticia y después creí que ya se había escrito todo sobre él y poco nuevo podía aportar... Pero el aplauso del lunes me hizo recapacitar. Sirvan estas letras como desahogo.
Nos ganamos la confianza hace pocos años porque la diferencia de edad y la distancia no nos habían permitido encontrarnos antes. Conocí a Juan en octubre de 2016 en el estudio central de Tiempo de Juego. Había venido con su Mónica a Madrid y se habían traído a Doña Pilar, a la que ya no hace falta presentar, para darle una sorpresa. 'Pilín' era una oyente aventajada del programa y moría con Pepe Domingo Castaño. Charlé con Juan unos segundos, en pleno directo, y nos emplazamos a vernos en Cádiz «cuando bajes». Whatsapp aceleró nuestra relación.
Las veces que nos hemos visto en persona se pueden contar con las dos manos -lo que les llevará a pensar que no seríamos tan amigos- pero esas ocasiones, mas todo el contacto casi diario por teléfono en estos últimos años, nos hacía considerarnos amigos. Caballas caleteras, cenas en su Vejer, paseos por Cádiz Cádiz... La manera en que acogió y admiró a mi pareja...
Juan quiso que el pasado verano, tras su recaída, fuese a verle a casa. Me contaba Mónica por lo bajini y sorprendida: “No ha querido que venga nadie”. Comprenderán por qué tanto cariño. Estos últimos meses han sido silenciosos, echaba mucho de menos los audios de Juan llamándome malandrín o partiéndose de risa por cualquier comentario de Tomás Guasch en El Partidazo, pero excepto los días que más le fallaban las fuerzas, ahí estaba el whatsapp del 'bigote'. Para siempre me guardaré una foto que me mandó desde el hospital con una pizarra en la mano en la que ponía: «Te quiero, Mansi».
Por eso el aplauso del Falla me estremeció. Ver a toda esa gente ir levantándose al ver al de al lado y aplaudiendo a manos rotas como si esa brisa meciese el recuerdo de Juan por encima de ese palco 22 que, para siempre, será el palco de Juan Manzorro Burguillos. A 650 kilómetros me permito el lujo de pedir un aplauso homenaje en la previa de cada función. Y si no se lo dan, se lo daré yo.