Adolfo Vigo del Pino - OPINIÓN

El ganador del debate

Tras el debate, la gran pregunta es quién ganó el pulso. Es la cuestión que a todos les interesa saber para ver hacia qué lado puede decantarse ese 20% de votantes indecisos

ADOLFO VIGO DEL PINO

Lunes, 7 de diciembre, 23.50 horas, plató de televisión. El móvil de Soraya Sáenz de Santamaría recibe un mensaje, su remitente era Mariano Rajoy, «Bien hesho, Shoraya. El debate ha shido todo un exshito». El móvil de Pedro Sánchez vibró. Susana Díaz le mandaba un sms: «Bravo Pedro. Gracias por irme allanando el camino». El móvil de Pablo Iglesias recibía un mensaje de whatsapp en el grupo de Podemos, era Errejón «Felicidades, Pablo. Has sabido mantener la hegemonía de la tensión del núcleo irradiador del debate lo que ha provocado la seducción de la Pastor». El de Albert Rivera recibió otro mensaje: «Traiga su línea desde Orange a Vodafone, queremos ser su compañía. Piense en rojo. Promoción valida hasta el 20 de diciembre».

Tras el debate, la gran pregunta es quién ganó el pulso. Es la cuestión que a todos les interesa saber para ver hacia qué lado puede decantarse ese 20% de votantes indecisos que actualmente las encuestas nos dicen que hay en este país, y de los que dependerá, casi con toda seguridad, la elección definitiva del próximo presidente. Pues bien, para mí el gran ganador fue el gran ausente, Mariano Rajoy. Él era el que más tenía que perder si hubiera asistido. Hubiese sido un tres contra uno, sin que ese ‘uno’ sea un experto en encajar golpes.

Sin embargo, al no ir, no solo se libró del aluvión de golpes, que fueron soportados por su vicepresidenta, la cual si es una gran fajadora como se diría en boxeo, y que además no está salpicada directamente por ningún escándalo de corrupción, sino que fue el que menos perdió. Aunque se le haya criticado su no asistencia, eso será algo que de aquí al fin de semana se habrá olvidado, puesto que no dará mucho juego en la campaña electoral. En cambio, si hubiese asistido y hubiese cometido alguna pifia ante los permanentes ataques de las otras tres formaciones, sí quedaría en la memoria de todos los españoles hasta el mismo día 20 de diciembre.

Por otro lado, el gran perdedor fue Pedro Sánchez, que una vez más no supo defender su posición de ser el representante del partido mayoritario de la oposición. No solo se quedó en ‘una cara bonita’, sino que no supo poner sobre la mesa las propuestas de su partido, ni arrinconar contra las cuerdas a los partidos emergentes y mucho menos a la vicepresidenta. Aunque, no sé por qué, me da que alguna en su partido se está frotando las manos por esa incapacidad política.

En cuanto a Pablo Iglesias, metedura aparte de la autodeterminación de Andalucía, volvió a poner de manifiesto que en cuanto que se le da la réplica a su intento de monólogo, su discurso se diluye en un sinfín de mensajes utópicos y faltos de realidad.

Mientras que a Albert Rivera le sigue pasando factura el no quererse definir aún hacia qué lado del hemiciclo tornará su mensaje político una vez que el día 20 de diciembre se concluya con el escrutinio de los votos. Esa falta de claridad del mensaje político de su partido le lleva en muchas ocasiones a coincidir tanto con Podemos como con el Partido Popular, haciéndolo carente de sentido.

Como le podría decir el propio Neruda a Rajoy, «me gustas cuando callas porque estas como ausente». Y en esa ausencia es difícil que se meta la pata, añadiría yo, lo que te puede hacer ganar hasta un debate.

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