Galimatías
Tenemos un problema y lo seguiremos teniendo mientras nuestro Ordenamiento jurídico no tienda al ideal que preconizó Leibniz en el siglo XVII
Tenemos un problema y lo seguiremos teniendo mientras nuestro Ordenamiento jurídico no tienda al ideal que preconizó Leibniz en el siglo XVII. Y eso que el número de páginas del BOE es la segunda mayor del mundo. Será por normas. Para qué tantas si luego se incumplen o no se cumplen como debiera. Suplir la incompetencia de los políticos que encarnan el poder legislativo y el reglamentario es cosa de los jueces que a duras penas en ocasiones, logran cumplir con su función jurisdiccional.
Menos mal que siempre nos quedará la Sra. Marlene Wind, la profesora danesa que ridiculizó con argumentos sólidos de naturaleza jurídico-políticos al inefable y cobarde golpista catalán. Ha alertado que los independentismos «alimentan la ambición rusa de una Europa débil». También ha explicado que su universidad no invitó a Puigdemont, sino que fue el equipo del fugitivo catalán el que ofreció el acto. También le recordó para memoria del independentismo, incluido los podemitas, que democracia no es «poner urnas», sino que es ante todo el respeto a la Ley, expresión de la voluntad popular que encarna la nación. Las urnas, las elecciones…la democracia en resumidas cuentas, exige el cumplimiento de la Ley. Sin Ley no hay democracia y el sistema electoral es parte de la legislación.
El otro día el Consejo de Estado construyó un argumento correcto, vino a decir la imposibilidad de impugnar un acto administrativo de forma preventiva. Pero debió proponer la solución adecuada, pese al mal planteamiento de la cuestión por el Gobierno. Un órgano de la Generalidad catalana, el presidente del Parlamento catalán ya había tomado una resolución, cuando anunció que el único candidato a la sesión de investidura era el prófugo comedor de bivalvos aderezados con Champagne. Significa ello que dicha resolución podía ser impugnada a título efectivo y en consecuencia ese acto no se impugnaba por consiguiente de forma preventiva. Hoy el Tribunal Constitucional ha resuelto sin tener en cuenta el planteamiento del recurso del gobierno. Y ha resuelto satisfactoriamente la cuestión. Los miembros del Tribunal han tenido sin duda presente a Leibniz cuando expuso su Tesis ‘De casibus perplexis’ en 1666. Trataba de demostrar que es posible resolver por argumentación de la lógica general, todas las cuestiones que puedan planteárseles al intérprete de la Ley. La mecánica empleada es el análisis de muchos casos «perplejos», aplicando para ello un pequeño número de principios jurídicos puramente formales y sencillos y por aplicación de ellos podrán resolverse todos los casos complejos. Distinguió dos categorías de casos perplejos: ‘Dispositiva’, en la que la perplejidad proviene de instrucciones contradictorias dadas por individuos y ‘Concursos’, casos en los que la perplejidad se origina de la conjunción de diferentes normas cuando hay varios demandantes y todos ellos tienen en principio derecho en relación con la cuestión objeto de debate jurídico. En esta obra, Leibniz tenía la obsesión de que todo problema puede ser resuelto por el razonamiento lógico, el postulado del legislador racional y una legislación perfecta. Todo ello para que el jurisconsulto pueda llegar a interpretar esa legislación a través de procedimientos lógicos-formales. Pretende reconducir la legislación a principios simples, de modo que se puedan extraer leyes no sujetas a excepciones. Concibió el Derecho como un ordenamiento pleno y coherente y absolutamente racional. De esta forma las soluciones a los casos planteados no ofrecerán dudas.
Nuestro especial galimatías viene por no haber aplicado la Ley en 2014 con la primera chapuza-consulta-catalana. No haber ejecutado las cientos de sentencias en temas lingüísticos. Y por supuesto, por el desprecio mostrado antaño por el Tribunal Constitucional para con el Estado y su razón de ser. El otro día fue Marlene Wind quien dio una auténtica lección a todos. Actúo como una gran embajadora, de Europa y de España. Hoy el Tribunal Constitucional ha enmendado tanto desatino pasado, emulando quizás a Gottfried Leibniz. Bienvenidos sean los dos.