Ignacio Moreno Bustamante
Vivan las Fuerzas Armadas Españolas
Las imágenes eran escalofriantes. Espeluznantes. Lo advirtió Ángel Expósito, conductor del acto, antes de dar paso al vídeo. «Imposible no emocionarse»
Las imágenes eran escalofriantes. Espeluznantes. Lo advirtió Ángel Expósito, conductor del acto, antes de dar paso al vídeo. «Imposible no emocionarse». Decenas y decenas de personas amontonadas –literalmente– en una lancha neumática semihundida. Caras de desesperación, de terror, que según se acercaba la cámara, se iban tornando en alegría. La felicidad de saber que ese día no iban a morir ahogados. Alguien venía a rescatarles tras ser engañados por las mafias que trafican con los inmigrantes. Hombres, mujeres, niños, bebés abandonados a su suerte en pleno Mediterráneo, esperando a que la lancha terminara de hundirse para ser devorados por el mar. Ninguno tiene la más remota idea de cómo mantenerse a flote. De nadar ni hablamos. Imagino que el encargado de editar las imágenes no quiso que los asistentes a la quinta edición del Premio Sabino Fernández Campo, que entrega cada año ABC de Sevilla, nos quedáramos con un nudo en el estómago y cambió la música por otra más alegre, dando paso a imágenes del rescate. Militares que se jugaban la vida para subir a bordo del barco, uno a uno, a aquellos pobres infelices. Hombre a hombre, mujer a mujer, niño a niño, bebé a bebé. Por ese y por otros muchos rescates como ese –más de 10.000 personas van ya– subieron al estrado el comandante de la fragata ‘Navarra’, Vicente Cuquerella; el jefe de la fuerza del destacamento del Ejército del Aire, Salvador Zaragoza; el jefe del servicio aéreo de la Guardia Civil, Emilio Guilló y su homólogo en el Servicio Marítimo del Instituto Armado, Miguel Salom. Los cuatro, en nombre de sus respectivos destacamentos, pusieron cara a la increíble labor que prestan cada día miles de militares –entre ellos no pocos gaditanos– en las diferentes misiones que las Fuerzas Armadas tienen desplegadas por todo el mundo.
En este país tenemos muchas instituciones que prestan un excelente servicio a la sociedad. Las universidades, por ejemplo. Y así lo reconocemos todos. Sin embargo, parece que fuera pecado hacer lo mismo con las Fuerzas Armadas. O con la Guardia Civil. Hasta con la Policía Nacional. Siempre sale un tonto acomplejado que puede decirte una estupidez. A dárselas de puro. A repartir moralina. Y hoy día, con las redes sociales, ni les cuento. Barra libre a la estupidez. Como si los militares o los policías fuesen golpistas en potencia y tú un aliado necesario para hundir al pueblo, para someter a la ‘gente’. Cuando la inmensísima mayoría de los militares de la España de hoy día no son más que profesionales entregados a su vocación: la de ayudar a los demás. Gente hecha de otra pasta, que cobran muy poco en dinero pero reciben una recompensa que no tiene precio. Y desde luego, mucho mejores que cualquier acomplejado que lo único que sabe es vomitar un odio y un rencor que no tiene justificación.
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