Fronteras

Algo ha cambiado ese panorama, con todo Europa aún representa una sociedad más habitable con relación al resto del mundo

Julio Malo

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En tiempos de la socialdemocracia y del estado del bienestar que la crisis financiera ha intentado liquidar, Manolo Vázquez Montalbán sostenía que Europa era un balneario en el centro de un mundo inhóspito e insolidario. En 1998 mantuve un encuentro con Francesco Dal Co, profesor de Historia en el Instituto de Arquitectura de Venecia. Volvía de Nueva York tras visitar una exposición, mediante la cual el Museum of Modern Art (MoMa) celebraba el centenario del maestro finés Alvar Aalto. Me habló de la sociedad americana, liberal e individualista, concluyendo que la gente vivía mejor en nuestra Europa solidaria; y establecía una comparación acerca de las diferencias entre España e Italia durante los siglos XVI y XVII, entonces la hegemonía política correspondía a la Corona española, pero la gente vivía mucho mejor en Italia; de la misma manera que a finales del siglo XX, los Estados Unidos controlaban el poder, mientras que Europa ofrecía una situación más confortable. Algo ha cambiado ese panorama, con todo Europa aún representa una sociedad más habitable con relación al resto del mundo, envuelto en graves conflictos y sometido a tremendas desigualdades. Pero ahora que hombres y mujeres huyen de situaciones extremas, el balneario europeo les cierra sus puertas con desdén.

La crisis del barco Aquarius, en el cual las organizaciones ‘Médicos sin Fronteras’ y ‘SOS Mediterranée’ acogían a 629 personas, rescatadas de pateras a la deriva en plena noche, se ha resuelto gracias a un cambio en las políticas de inmigración por parte del gobierno español, con relación al de Mariano Rajoy que no movió un dedo para facilitar la entrada de refugiados sirios. Así ha terminado la infernal odisea de esa pobre gente, rechazada de forma sucesiva por Malta y por Italia; mientras que la señora Lagarde, presidenta del Fondo Monetario Internacional, el mandamás de la CEOE Juan Rosell, o el ministro italiano Matteo Salvini, vomitaban discursos inhumanos que podrían figurar en una antología universal de la infamia. El partido ultra derechista Vox propuso una encuesta capciosa, a favor de “proteger las fronteras”, rechazada rotundamente a través de las redes sociales por las que circuló, lo cual prueba una sensibilidad mayoritariamente solidaria por parte de la sociedad española.

Creo y quiero pensar que los pueblos de España por lo general se conmueven ante el sufrimiento de los hombres y las mujeres de otras tierras, respondiendo de forma solidaria las más de las veces, aunque algunos de sus políticos no siempre representen esta disposición humanitaria. No podía ser de otra manera, pues la Península Ibérica ha sido a lo largo de la historia tierra de acogida para los pueblos más diversos. Por otra parte, nuestras gentes han sufrido en el pasado la rudeza del exilio, como sucedió con los republicanos españoles, refugiados dispersos por un mundo hostil tras el desenlace de nuestra guerra civil. El pasado martes día 3 de julio falleció Carlos Perales, responsable socialista de memoria histórica en la provincia de Cádiz y muy implicado en la defensa de los derechos humanos, pensar ahora en su ausencia nos compromete con su riguroso empeño. Andrés Trapiello comentó que el desenlace de la guerra civil podría tener unas consecuencias semejantes a las derivadas de la expulsión de judíos y musulmanes a finales del siglo XV. Memoria histórica y derecho de acogida son las mejores armas para garantizar la dignidad democrática de los españoles, frente a la hipocresía y el incumplimiento del deber de asilo por parte de otros Estados.

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