Morirse antes
Si algo bueno ha tenido la muerte hasta ahora es que no tenías que preocuparte mucho de cuándo te llegaba
Si algo bueno ha tenido la muerte hasta ahora es que no tenías que preocuparte mucho de cuándo te llegaba. En realidad, uno no se moría; más bien lo morían y lo nacían, y así venía al mundo sin querer y en adelante ... iba esquivando la mala suerte y evitando mentar a la bicha para no encontrarse a la parca demasiado pronto. Siempre hubo gente empeñada en palmar. Paco Salamanca, que es un veterinario de Cuéllar, cuando aparecen esos jubilados a merced de los toros en los encierros, dice que ahí va «uno que no quiere residencia». Si pienso en todas las cosas que he hecho en la vida, creo que he comprado más boletos para irme de este mundo que para mantenerme en él : bajé a la Cuesta de Santo Domingo más allá del Hades de la hornacina del Santo, envié whatsapp desde el coche en marcha, me subí a los árboles, comí fatal, bebí mal y mucho y hasta fumé, y con el tiempo creo que es algo que la gente hace tontamente por el simple placer de matarse sin pensar. Una parte del amor a la vida consiste en ponerla en riesgo, jugártela sin perderla, a poder ser, pero arriesgarla, pues conservar la vida a toda costa también es perderla un poco y hay gente muerta en vida . Sobrevivir -‘supervivir’- e ‘infravivir’ constituyen un arcano.
La eutanasia ha llegado esta semana al Parlamento. La escucho en boca de sus señorías y yo creo que la política le sienta al misterio como a un monje dos pistolas. No poseo eutanásicamente más que dudas inquietantes. La primera es si no hemos encontrado otra manera de terminar con el dolor humano que acabar con el propio ser humano. Otra cosa que escama es que quien administre la muerte sea el Estado . Vamos del Estado del Bienestar al Estado de la Buena Muerte, si es que la hay. La muerte digna, le llaman. Hasta ahora, las naciones en su lado público se habían dedicado a alargar la vida de la persona, no a acortarla y esto supone una novedad sustantiva. También entran en las razones de la partida, que las aprueba el Estado, «a petición del paciente», dicen. Claro.
El ser humano y su misterio insondable se han forjado alrededor de conceptos inaccesibles como el pensamiento de si la vida merece la pena y si es vivir cuando la vida molesta, cuando duele y también, cuándo la vida es suficiente. No juzgo a los suicidas , pues el juego de la existencia ha dado notables giros en las vidas de muchos de los que se quedan. Algunos pelearon por sobrevivir para tener una vida que a la postre les resultó vacía, estéril e infame por las razones más subjetivas y aparentemente leves. Otros lucharon por mantenerse en un infierno comprobable y yacieron postrados en la cama física o en la cama de la culpa y la desesperanza, acaso para descubrir lo que era la vida en un solo minuto, absurdo, tardío a veces e inesperado y brillante, ese instante por el que todos los otros instantes de pesar valieron la pena. Hay gente que vivió solo en el tiempo de descuento. Bien, pues ahora el Estado plenipotenciario se atreve incluso a certificar cuándo es suficiente , si ha valido la pena, y si ya está, la vida. En base a criterios científicos, dibujará una firma al pie de un informe burocrático sobre un completo enigma. Yo creo que no puede hacer otra cosa que equivocarse .
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