Hotel Palma Bellver
Los tribunales han tumbado el confinamiento forzoso de los 245 jóvenes encerrados en un hotel de Palma
Los tribunales han tumbado el confinamiento forzoso de los 245 jóvenes encerrados en un hotel de Palma. No creen justificado que se les encierre sin probar que fueron contactos estrechos. Vienen los jueces al rescate de los pibes y ellos enseñan carteles reivindicativos, mandan vídeos ... y gritan por las ventanas pidiendo libertad como si los tuvieran encerrados en el módulo de la mara Salvatrucha de un penal de Honduras.
Los diecisiete años son un motín carcelario. Dicen que corren por los pasillos, derriban las papeleras, juegan al escondite con la policía y saltan de balcón en balcón. Montan bulla. Se ve que a unas de las chicas se les ocurrió desplegar las sábanas por la terraza para subir las bebidas desde la calle como en el cuento de Rapunzel de los hermanos Grimm pero con lote de botella Johnny Walker para tres y dos litros de refresco. También se gritan, se cortejan por la terraza, se empotran a través de la pared y algunos han arrimado el ascua del amor en tan extraño trance. La vida les quema.
Por supuesto, han sido demonizados por mi Españita del visillo, tan presta a exorcizar bajo la premisa de que, si los chavales viajan a Mallorca con las hormonas por las nubes, a saber por dónde llevan la carga viral. Yo encuentro descabelladamente bellos a los jóvenes de Mallorca pues suponen un insulto a la inteligencia, pero también a la bienpensancia. Componen un cuadro rematadamente absurdo y en definitiva, muy humano en el que el estúpido deseo de vivir supera al instinto de supervivencia, y no me pregunten cómo es esto, pero es así y está bien que lo sea. Cuando uno tiene la vida por delante, todo puede parecer una buena idea y por otra parte, quién con veinte años y una borrachera no ha hecho pis en la papelera del pasillo un hotel.
Otra cosa es la épica que cada cual le ponga al momento. Quiero decir que lo del hotel tiene su sentido como un precioso engolfe a las puertas del padre de todos los veranos, pero como revolución por los derechos de los jóvenes, no se sostiene y además los chavales se ponen muy pesados cuando se toman a sí mismos por Juana de Arco. Pero esa es la heroicidad que nos asiste y dice Antonio Díaz que nuestros abuelos enterraron a Manolete, nuestros padres, a Paquirri, nosotros enterramos a Fandiño y a Víctor Barrio y nuestros hijos enterrarán al Youtuber Ibai, y que no se le hubiera ocurrido a Ortega semejante degradación.
Lo bueno del asunto del hotel es que saca a relucir el esquema de pensamiento que se hereda entre generaciones por el que siempre vamos de mal en peor y que hoy toma forma en esta tesis de que mira qué horror de sociedad en la que nuestros padres corrieron delante de los grises y nuestros hijos, delante de los seguratas de un hotel medicalizado. Es un recurso de toda generación apelar a que el mundo se acaba y que asistimos al fin del imperio. El declive de toda civilización se escurre por la cuesta abajo de pensar que los chavales son más tontos que los viejos. Yo creo que los chavales son, por lo general, menos estúpidos que sus padres, pero solo es cuestión de tiempo que les alcancen.
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