España cuando cruje
Los malos gobernantes y los malos poetas se calan pronto pues son todos el mismo y siempre cuentan las mismas cosas, como las revistas de bebés y las sexólogas
Admite José Vicente Astorga cuando pregunta en el periódico por mi columna que España no se rompe, pero que cruje. España cuando cruje suena como una sandía. No deja de resultar una cosa tan española eso de aprovechar el primer día de luto oficial ... para mentarse al padre en el Congreso de los Diputados. Lo del padre es un asunto delicado porque todo el mundo tiene uno y un pasado. De la ascendencia solo cabe juzgar a la propia pues, al fin y al cabo, al padre de uno solo lo tiene que querer uno. También puede darse el caso de que lo odie su hijo y los demás, no, así que mejor no hacer comparaciones, por mucho que me cueste ceder a la tentación de concluir que a día de hoy esté peor visto ser un marqués que un militante de una organización terrorista. Con todo, esta discusión no tiene asiento posible, pues de gente miserable han nacido santos y de madres amantísimas, asesinos en serie.
El BOE publica a lo Panenka. El medio de comunicación más influyente de todos nunca ha parecido más exótico que en esta crisis. Han publicado BOEs de medianoche , otros con tintas cambiantes y mágicas, y ahora este firmado por Paulo Boelho, según Juanma Lamet. Para declarar el luto por los fallecidos en la pandemia, el boletín glosa argumentos como este de aquí: “Porque es bueno que la sociedad que trabaja junta por el bien común pueda manifestar junta su dolor”. Y después, entre otras razones, añade esta: “Porque es proporcionado expresar el convencimiento de que la valoración de los cuidados en las decisiones públicas es la apuesta más fecunda por el futuro”. Nada, una cosa sencillita. Yo le veo varias influencias, entre ellas las madrugadas tuiteras de Errejón en sus comienzos, la Superpop cuando se ponía seria y algo de las letrillas de Manuel Alejandro en un disco de Rocío Jurado, aunque ahora no recuerdo cuál. Apunta el BOE una parte coplera y ojalá algún día trasluzca en sus letras el candor de un atardecer en Chipiona. Luego a todo eso le sumas un eco de meme del discurso de Churchill, la metáfora robotizada de un mando de la Guardia Civil, los versos de Fernando Simón -juglar de las pandemias- y te sale el colofón al poemario monclovita, que como el BOE de hoy siempre late en un impulso pretendidamente motivador como los anuncios de bebidas. Recuerdo aquellas piezas comerciales en las que te tomabas una Cocacola y te sentías Nelson Mandela. El BOE posee el eco de poesía de la mala, reconocible desde la altura de crucero del Falcon mientras sobrevuela la isla de Fernando de Noronha. Los malos gobernantes y los malos poetas se calan pronto pues son todos el mismo y siempre cuentan las mismas cosas, como las revistas de bebés y las sexólogas.
Con que hubiera dicho el BOE que se declaraban diez días de luto oficial por los fallecidos por el Covid hubiera sido suficiente, pero vivimos tiempos en los que vamos muy largos en unas cosas y muy cortos en otras y así hacemos ripios en los reales decretos y en cambio convertimos 28.000 muertos en una cifra. Menos de cien está bien. Solo en esa clave sanchista -hiperbólica y sin embargo, heladora- se entiende la campaña de “Saldremos más fuertes”, que según Roberto Pallarés puede contener en tres palabras, tres mentiras. Ni salimos, ni somos más, ni somos más fuertes. Saldremos más intensitos.
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