La cobra
Ley de libertad significa mucha ley y poca libertad
La Ley de Libertad Sexual es un oxímoron de Santa Teresa de Jesús. Ley de libertad significa mucha ley y poca libertad . Esto pasa porque la izquierda, que ahora se ha constituido en religión, en lugar de redactarte una ley, te hace un ... poema místico. Sigue danzando en mi cabeza el lema del Ministerio de Igualdad de ‘ Sola y borracha, llegarás a casa ’ con que explicaron la norma. Me recuerda que hace tanto que no llego a casa pedo que no sabría decir cuándo fue la última vez.
La izquierda te hace estas cosas cuquis y espirituales porque consiste cada vez menos en una opción política y cada vez más en una iglesia con su cruzada moral, su guerra santa, sus mártires, sus anatemas, sus tabúes, sus blasfemos, sus adanes y sus evas, sus profetas y su pecado original, que es el de ser humanos en la mayor parte de sus vertientes. Procede en todos los campos una invasión moral del terreno privado que resulta escandalosa. Que si esto que se come, que si esto que se lee, que si esto que se escucha, y que si esta postura. Desde que recomendaban cómo hacer el misionero limpiamente no se había visto semejante ocupación de la intimidad del ciudadano.
Bajo la excusa de terminar con la atrocidad de la manada de Sevilla en un portal, el consentimiento expreso, que como primera reacción elemental es comprensible, se lleva al papel torpemente pues es la única manera de llevarlo al papel, y entonces se comete la locura de dictar en el BOE las cláusulas con que debe escribirse el contrato explícito del cortejo. Cruzan mi Españita cundas clandestinas en las que viajan los besos robados, las sucesiones de bofetada y morreo, los ‘te estás equivocando’ y las cobras que les hacían a los poetas las chicas que no soñaban con un hombre que les recitara. Pocos lances existen más literarios que el gesto esquivo y ágil de quitar la boca en la puerta del bar y de dejar al besante suspendido sobre la soledad del abismo de su rechazo, pues el momento posee el brillo oscuro e innegable de lo fallido. Hoy una cobra es poco menos que una citación judicial y así en adelante quedan proscritas todas las formas del amor cuando se equivoca, que a mí siempre me ha parecido más amor que el amor cuando acierta. El beso, la caricia -y en general el ‘vamonós’- es un idioma confuso en el que se rechaza al otro con alabanzas y se le llama mediante el insulto. Bésame, idiota.
Al Estado siempre se le ha dado muy mal el amor, no digo ya el poliamor. Yo que a mis años estoy decidido a no dar más el primer beso, me imagino en ese trance de cerrar los ojos y en lugar de a mi amada, en ese fundido a negro-incertidumbre estoy viendo a un juez. Luego quedan las formalidades legislativas, que no son pocas. La ley-eslógan de Irene Montero Jappiberdei hace lo peor que puede hacer una ley: incurrir en la subjetividad de manera que determinadas acciones sean delito según le sienten al que las recibe. El piropo, por ejemplo, se podrá penar si el destinatario se siente humillado. Yo lo entiendo porque hay gente que te da los buenos días los lunes y entran ganas de arrancarles la cabeza. «¡Buenos días!», dicen. «¡Buenos días, tú!»
Algunos también pretenden decirte guapa. No: guapa, tú.
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