El Apunte
El fracaso de la mayor promesa electoral
El Ayuntamiento se ve forzado a renunciar hasta a la menor remunicipalización
Cuando se cumplía justo el primer año de la salida al balcón de San Juan de Dios con el bastón de mando, el Ayuntamiento de Cádiz de José María González Santos abandonó definitivamente una de sus propuestas principales. Uno de los objetivos básicos, innegociables según repitió ante sus votantes y militantes incluso después de obtener los 18.000 sorprendentes votos en las municipales, era un plan de remunicipalización de todas las empresas de servicios públicos para potenciar el empleo y propiciar un ahorro de dos millones de euros a las arcas municipales. Cuando hablaba a la masa enfervorecida de las asambleas eufóricas, mencionaba expresamente incluso los transportes públicos y la limpieza, los más complejos y costosos por la cantidad de personal y material que aglutinan.
Pasado ese año, los intentos han caído uno tras otro. Pronto renunció el alcalde, y su equipo, a rescatar el servicio de transportes y limpieza. Era complejo y caro, decían, como si no lo hubiera sido ya cuando lo prometían a cambio de votos. Finalmente, se quedaron con la calderilla, con la pedrea que suponía remunicipalizar los servicios de playas.
Justo cuando se cumple el primer año de mandato municipal, hasta a esa pequeña consolación debe renunciar el nuevo Ayuntamiento. Tampoco será posible este verano. La falta de tiempo, las dificultades burocráticas, las complicaciones de personal... Lo que sea pero nada nuevo, nada distinto a todo lo previsible hace doce meses cuando se prometía alegremente lo que no se puede cumplir.
El hecho de que una de las palabras más repetidas por el ahora alcalde en la campaña de las municipales fuera «remunicipalización» no ha tenido el menor efecto. Declarar que era una de sus prioridades si alcanzaba la Alcaldía ha terminado en una retahíla de excusas, de prórrogas, de lamentos. Nada se sabe de «recuperar la dignidad salarial» de los trabajadores de esas empresas. Al parecer, no la tenían. No se trata ya del incumplimiento de una promesa electoral. Se trata de una contradicción tan absurda que resulta chocante.
Es el máximo ejemplo de la incapacidad del populismo para estar a la altura de las circunstancias, para que sus obras respalden sus palabras.