La forma de Greta, el fondo de Teresa
Forma y fondo son lo mismo, ya sea pregonando la unidad de la izquierda o clamando contra el cambio climático
Usted, que es bastante más listo que yo, que yendo para catequista me quedé en cateto, sabe a la perfección que no es que el hábito haga al monje, es que el monje lo es por el hábito. Las apariencias, aunque sean engañosas, hay que ... guardarlas, como la ropa cuando uno va a darse un chapuzón. Es por eso que me descorazona –a veces a mí también me gusta ponerme dramático– encontrar cómo o bien se confunden el fondo con la forma (como quien, en la más errática actitud, se sentara sobre sus témporas) o bien se destruye el contenido porque el continente (con o sin carrito) no gusta.
En la forma, nuestra paisana Teresa Rodríguez ha dado una lección de unidad ante una izquierda que, a falta de retos con los que aglomerar a una clase obrera que suponen ahíta de pagas y prestaciones, vuelve a fragmentarse con un Errejón al que el estirón puede hacer que la ropa le quede pequeña a Iglesias. En el fondo, el mensaje es el mismo con el que lleva amenazando cuatro años: o soy la reina de corazones o nos infartamos todos. O aquí se juega con mis reglas o me llevo el balón a mi propio partido, que para eso el carisma es mío. Mientras que la derecha no se para en barras (por muy frescas que estén las de Soto del Real) en unirse aunque se detesten, en la trinchera opuesta el fuego amigo de los sonrientes camaradas los puede dejar helados cuando llegue el 10 de noviembre. Si en la forma, ganaron en las elecciones de abril, en el fondo la derrota de no formar gobierno les puede ahogar en sus aguas mil.
Viramos a estribor. Quien le diga que el futuro es de las mujeres es un mentecato. El presente ya se escribe en femenino plural, que no le engañen ni el género ni el número de este artículo determinado, ni el de los indeterminados artículos, tuits y caricaturas que se han hecho de nuestra paisana global Greta Thunberg. No me andaré con mis patucos de funambulista en la columna: me parece un personaje inspirador, lo veo como un símbolo precioso de una juventud que grita que hasta aquí hemos llegado, basta ya de echar mierda en casa. La mitad de los que la han visto la tienen por una moderna Juana de Arco y la otra mitad pide más gasolina (o carbón o plástico) para encender la antorcha. ¿Que no es la forma una chica de 16 años que ha gozado de los privilegios del primer mundo? Quizá lo es si en el fondo del problema están los señores de cuarenta y todos que se niegan a tomar medidas; quizá lo es si los niños de Guatemala o Bangladesh no pueden alzar la voz porque le están dando forma a nuestro fondo de armario.