Ramón Pérez Montero

‘Footing’

Aprovecho los veranos para correr en el terreno liso de la playa

Practico ‘footing’, o ‘jogging’ (algunos también lo llaman ‘trote cochinero’) desde hace casi cuarenta años, cuando me vi en la tesitura de adquirir la forma física exigida para ingresar en la Escala Militar de Complemento. Aprovecho los veranos para correr en el terreno liso de la playa, pero mi hábitat natural es el escarpado de Medina. Eso significa enfrentarse a las pendientes.

No sé hasta qué punto aceptar ese desafío constituye un rasgo de mi carácter, o bien en qué medida mi espíritu haya podido ser modelado por el hecho de vencer ese reto, pero lo cierto es que no rehúyo las rampas, sino que les acepto el pulso y todavía soy capaz de vencerlas. Otra opción es coger el coche y bajar hasta el llano, pero siento cierto desapego por los problemas que admiten soluciones fáciles.

Ya digo que lo siento como un rasgo de mi carácter que se ha debido de ir moldeando a golpes de intentonas y fracasos. Admiro, y hasta cierto punto envidio, a quienes intuyen el camino más corto para ir de un sitio a otro, a quienes encuentran pronto la salida al laberinto, sea este de tipo intelectual o puramente emocional. Por ejemplo admiro y envidio a quien es capaz de culminar un libro sin perderse en ninguna de las bifurcaciones que se abren entre el punto de partida y la meta, a quien escribe un artículo sin dejarse varar por las dificultades que este ejercicio entraña.

A mí, como se dice ahora, la pendiente me pone. No la esquivo. La encaro, bajo la cabeza para que no me venza el miedo, aprieto los dientes y combato con mis piernas la fuerza paralizante de la gravedad. Cuando me siento a escribir un artículo lo hago con el mismo espíritu de afrontar las dificultades que presente el tema elegido, por mí o por lo que en ese momento dicten las circunstancias.

A veces la elección es fácil y entonces llaneo. Escribo sobre un asunto amable, las ideas no resultan comprometedoras, la ironía puede hacer acto de presencia en cada párrafo. La argumentación discurre con el paso ágil que procura la confianza de no molestar a nadie, más bien el contrario, avanzo convencido de que mis palabras, para quienes las lean, serán bálsamo. Pero en otras ocasiones la actualidad me coloca frente a un asunto que se alza imponente ante mis ojos como un desafío de muchos kilómetros de subida. ¿Qué hacer entonces? ¿Dejarse llevar por el miedo que ese vértigo suscita? ¿Mirar para otro lado y tomar el camino fácil que esquiva ese temible promontorio de lo que ahora se ha dado en llamar ‘políticamente incorrecto’?

Creo que quien acepta un reto, como lo es el de opinar libremente en una tribuna pública, y lo hace con integridad, desde una posición intelectual independiente y desde el compromiso moral que ese mismo reto exige, no puede escurrir el bulto dando al lector gato por liebre. También en estas ocasiones, como cuando corro, enfrento con toda honestidad las dificultades del terreno, trago saliva y pongo en cada zancada todo el corazón.

Se trata de una lucha conmigo mismo, no de una guerra contra nadie. Intento medir mis propias fuerzas y ver lo que soy capaz de dar. Procuro no lesionar ni lesionarme, sólo no dejarme vencer por las dificultades del terreno o la fatiga. Sólo puedo mirar honestamente los ojos a los demás si no me engaño a mí mismo

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