OPINIÓN
El final de un símbolo
La salida de Pacheco de la cárcel debe suponer un antes y un después
En pocas horas, la provincia asistirá a una escena particular. Uno de sus alcaldes históricos, de los más célebres, de la ciudad más grande y poblada de la provincia, saldrá de la cárcel. Lo hará de forma provisional, en tercer grado y a expensas de que pueda recibir nuevas condenas en juicios que tiene pendientes. Pero su situación personal, con ser ilustrativa, es sólo una parte de un problema político y social de toda la provincia, puede que de toda España. Son demasiados casos y demasiado graves para calificarlos de accidentes aislados, de imprudencias particulars. Hasta la salida, parcial, de Pedro Pacheco decidida ayer, hasta el indulto aceptado ‘in extremis’ en enero de Eva Corrales, eran tres los exalcaldes de la provincia de Cádiz en prisión o condenados a ella. Y pueden entrar algunos más. Se trata de personas que han tenido la responsabilidad hace pocos años, que parecían entusiastas, capaces, con trayectoria histórica en algún caso, con prestigio político en casi todos. Los tres han terminado entre rejas pese a ser de tres partidos políticos distintos. Dos exrregidores de Jerez y la exalcaldesa de Rota.
La casuística es secundaria, en cada caso tiene matices personales y judiciales diferentes. Corrales, aunque condenada, no entrará en prisión pero la sentencia fue muy dura hacia su proceder político por acción u omisión de responsabilidades. En el caso de Pedro Pacheco y Pilar Sánchez, en Jerez, fueron otras actuaciones las demostradas como ciertas y delictivas. Pero todas tienen algo en común: tomar las administraciones públicas y sus fondos como un tesoro con el que gestionar a capricho para satisfacer las necesidades de correligionarios, de amigos, de familiares o, en muchos casos, para alimentar la propia vanidad de persona todopoderosa que hace lo que le viene en gana con el dinero de todos. Será que aún pensamos que los fondos públicos no son de nadie en concreto, que nadie va a reclamar ni a protestar. Es parte de nuestra cultura.
La enfermedad colectiva consiste en esa falta de respeto por los ciudadanos, por las finanzas que sostienen con sus impuestos, tasas y multas. El mal de la vida pública en la provincia, en Andalucía y en España, está en la falta de pulcritud, en las formas que traicionan un fondo aquejado de amoralidad, alérgico a las normas que parecen sólo para los tontos, para los inocentes.
La inocencia, la disciplina, la consideración parecen patrimonio de gente muy extraña que no sabe de qué va la vida. Esa idea, y no otra, está en la semilla de esta dolencia comunitaria.
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