Violencia como la de antaño
España no escarmienta. No puede tropezar una y otra vez con lo mismo
España no escarmienta. Un Estado no puede parecerse al hombre. No puede tropezar una y otra vez con lo mismo. La conciencia colectiva exige respuestas frente a la barbarie. Hoy es lo más parecido a ayer. La España monárquica de 2021 se mimetiza con la ... republicana de 1934, por el desgobierno nacional-socialista-comunista. La II República no fue un oasis de paz. La izquierda de entonces apostó por métodos no democráticos. En primer lugar, obstaculizando cuando no impidiendo el gobierno de la derecha después de las elecciones de 1933. Ocurría entonces la inexistente cultura política de entendimiento entre los partidos moderados de derechas e izquierdas. Todo ello circunscrito en un ambiente exterior de auge de regímenes totalitarios de derechas y de izquierdas. Ahora, la izquierda actúa como entonces. La derecha, casi ausente de la batalla política. La democracia poco democrática de entonces sufrió un proceso revolucionario basado en la violencia. Hoy, el populismo ha suplantado los totalitarismos. El populismo de izquierda predominante en España busca en la calle legitimarse.
La batalla ideológica en la izquierda la ganan los comunistas, que han llevado a los socialistas a asumir las tesis del llamado socialismo del siglo XXI, de tendencia bolivariana. La socialdemocracia es ahora minoritaria. Quizás C’s es el partido que asume sus tesis, consecuencia de haber adoptado las tesis ‘liberales’ (liberalismo democrático, de corte socialdemócrata, preconizado por Rawls).
Cuando la mitad del espectro político español desprecia las tesis del liberalismo, basado en el derecho a la libertad, a la defensa de la vida y la integridad y a la propiedad, sólo nos queda la barbarie. La España republicana tuvo una tendencia al desprecio de la cultura liberal. La intransigencia política republicana fue paradigmática. Su Constitución, concebida fuera de un pacto con amplio consenso ideológico, se construyó bajo la premisa de constituirla en instrumento de poder y de control político por la izquierda. Este es el motivo del acoso a la Constitución de 1978, fruto del pacto de todas las fuerzas de la Transición, desde los extremos de la izquierda y derecha, pasando por las posiciones más moderadas. Un pacto de todos. En la actualidad, una parte del todo, quiere reventarla. Desde la destrucción del Estado y la nación tal y como hoy es concebido, hasta amparar la violencia. El gobierno es sólo uno, porque al Consejo de ministros es un órgano colegiado que adopta sus decisiones como tal. Después de estos días de violencia extrema, porque un delincuente está en la cárcel, que es donde debe estar y espero que por mucho tiempo, el país camina sin rumbo, como desde 1934. La denigración del legislativo por el uso abusivo del RD-Ley, para acometer la revolución legislativa definitiva, es un hecho desde el inicio del doctor fraude al frente del Gobierno.
Algo parecido a aquel entonces, cuando la izquierda republicana no contó con la otra media España para llevar a cabo la reforma militar, la reforma agraria o para abordar una nueva relación entre Iglesia y Estado, la educación y tantas otras normas necesarias para la gobernanza del Estado y por ende afectando a toda la nación. Esas ‘reformas’ de corte revolucionario, nada democráticas, fueron planteadas con sentido revanchista. Niceto Alcalá-Zamora insistía repetidas veces en que se había proclamado una «Constitución para una guerra civil». Ortega criticó entonces la obsesión de la izquierda con volver al pasado. Mientras Azaña se jactaba en definirse en un gran sectario: «qué mejor sectarismo que el de seguir la secta del progresismo social». Termino asemejando el presente y el pasado, cuando Largo Caballero dijo «estar convencido de que realizar la obra socialista dentro de una democracia burguesa es imposible; después de la República ya no puede venir más que nuestro régimen». Parece que fue ayer cuando vi a Sánchez, nuestro inefable eterno ‘cum fraude’ sí la miopía electoral así lo decide.
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