OPINIÓN

Pedro Quitapiedra

Pedro trabaja en la cantera del Señor Rajuela

Fernando Sicre

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Pedro trabaja en la cantera del Señor Rajuela. Viste una corbata azul y anda bien peinado. El personaje en sí es rudo, seguro de sí mismo, pero poco reflexivo. Siempre pasa por un error antes de aprenderlo y tiende a hacer todo lo posible para ... no enfrentar sus problemas. Piensa que posee habilidades que le permiten hacer cualquier empleo, como ocurre con los políticos españoles. Hasta hace poco era integrante de los Picapiedra, en compañía de Pablo. Éste, Mármol de apellido, es el inseparable compañero y vecino de Pedro Picapiedra. Con frecuencia le llama «enano». También es más «honrado». Podría decirse que ambos amigos al ser opuestos se «complementan». Estos son los dos personajes masculinos de los Picapiedra. Pero no, hay cosas dichas imposible de aplicar a cualesquiera de los dos personajes que han venido presidiendo el gobierno de la infamia y la indignidad que nos han desgobernado desde 2018. Aunque sólo sea por el empleo del término ‘honrado’, debemos advertir que todo era una ficción tal y como fue escrita por Hanna Barbera. Pablo, el ‘frapeado’ e hijo de Lenin y Stalin, a la sazón el mayor hijo de Putín por antonomasia en España, ya no está. Cambió la cantera por Galapagar. Sólo queda Pedro, vulgarmente conocido como ‘cum fraude’, todo un ejemplo para los futuros doctores de este país. Nunca aceptó su oficio de picapiedras en la cantera. Probó con los libros y fue un fiasco. Su tesis lo delata y le supone una pesada losa de las que picaba antaño. Sin oficio ni beneficio, dedicó su vida a la política. De profesión político. Su relación con la cantera es inexistente. Su vida con la política dio un vuelco. Ha optado por las antípodas, por eso ahora se apellida ‘Quitapiedra’ Lo asevera Ávalos y las cuarenta maletas. Lo más parecido a Alibabá y los cuarenta ladrones. Esto va de historias y melodramas. Este se desarrolla en el Liceo. Hace poco se cumplían 22 años del del incendio del Gran Teatre del Liceu y 27 años que la máquina apisonadora de la Administración se puso en marcha para llevar a cabo unas expropiaciones con la finalidad de ampliar el teatro. Fueron años para no recordar por el vecindario. Vecinos que denunciaron la volumetría del proyecto, su absoluta falta de transparencia, la vulneración de las leyes de patrimonio y la corrupción como emblema de todo lo que entonces se hizo en ese lugar. Curiosamente, ‘Snhz’, me molesta escribir su nombre, cambió las Cortes por el Liceo. Y allí, como borregos y en rebaño, se concentró la ‘sociedad civil’ catalana. El presidente de todos, para desgracias de casi todos, se apoyó sobre el atril. Supongo que de 1,10 metros. Es lo que vienen exigiendo para lucirse. Le importa más el mensaje corporal, que el contenido de la alocución que le escribe Redondo. Y allí, en el corazón de la corrupción del 3%, se encontraba una nutrida representación de ésta. Lo dijo Maragall y cuando Max le espetó que lo retirase o no habría Estatuto, se acobardó y lo retiró. Pero hubo Estatuto y el comienzo de todos los despropósitos de los que todos somos conocedores. Exponente entonces y ahora de esa ‘sociedad civil’, Felix Millet. Figuraba como miembro de un sinfín de instituciones culturales, fundaciones y empresas locales. Era uno de los integrantes del G-16 barcelonés, un grupo de 16 entidades locales que celebran encuentros y cuya opinión juega un papel fundamental en la definición de prioridades políticas. Entre ese G-16 se encontraban los exponentes de la cultura de élite (Ateneu Barcelonés, Cercle del Liceu, Orfeó Català, Cercle Artístic). Amén de un centro social de la alta burguesía (Círculo Ecuestre), así como las grandes organizaciones empresariales (Cambra de Comerç, Foment del Treball, Cercle d’Economía, Institut Català de Sant Isidre). Pues bien, casi todos ellos hicieron de ‘claqué’ en el anuncio de concesión de indultos a los delincuentes y golpistas catalanes del proceso. 54 segundos de aplausos en una alocución de 25 minutos, basada en la fraternidad y la concordia. La fraternidad es el lazo de unión entre los hombres basada en el respeto a la dignidad de la persona, en la igualdad de derechos y en la solidaridad de todos. Sin embargo, se ha humillado al pueblo español al que se pretende cercenar su derecho de soberanía.

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