¿No es o nunca será el momento?
Los comunistas del gobierno pretenden imponer la jornada de trabajo de cuatro días semanales
Los mercados de factores de producción se parecen muchos a los demás mercados de bienes de servicios. Se diferencia en algo, la demanda de un factor de producción es una demanda agregada. Es decir, la demanda del factor trabajo va unida inextricablemente a la oferta ... de productos o servicios de la empresa a la que pertenece el trabajador. El trabajo es el factor de producción más importante, si consideramos su participación en la conformación de la Renta Nacional. Por lo tanto, las decisiones de política económica que se adopten regulando el mercado de trabajo, directa e indirectamente son determinantes. No sólo para fijar la tendencia del empleo y desempleo, sino para determinar la Renta. Aceptamos que las empresas son competitivas y maximizadora de beneficios. Como quiera que habrá muchas empresas en el mismo, para ese producto o servicio, compete a la empresa decidir sobre el número de trabajadores que compondrán su plantilla y la cantidad de producto o servicios que ofertará. Tomadas esas dos decisiones, la empresa deberá vender en el mercado su producto y retribuir a los factores. Además, hay que considerar dos circunstancias. Primera, una empresa en un mercado competitivo es precio-aceptante, o sea, no condiciona el precio del producto o servicio y tampoco los salarios, que son fijados por el mercado. Segunda, la empresa es maximizadora de beneficios. La finalidad que fundamenta su existencia, hacer que el beneficio se iguale a la diferencia entre los ingresos por ventas y los costes totales de producirlos. O sea, la cantidad de bienes o servicios ofrecidos, va a venir determinada por el objetivo que debe tener toda empresa, maximizar su beneficio.
Los comunistas del gobierno pretenden imponer la jornada de trabajo de cuatro días semanales. Los socialistas se limitan a decir que «ahora no es el momento». Aunque cuando gobernaban la Junta de Andalucía, allá por el año 1995 ya lo intentaron, implantando en la Administración autonómica y arrastrando a las empresas concesionarias y prestadoras de servicios para la Junta de Andalucía, la jornada semanal de 35 horas. Por supuesto, ahora y antes, comunistas y socialistas, en un acto de «magnanimidad plena y demagogias barata», pretenden trabajar menos y mantener el poder adquisitivo. Quizás, para el modelo soviético o cubano de producción era posible, pero no en una economía con mercados abiertos como es la nuestra. Esta tesis la sostuvo Rifkin, cuando publicó su libro «el fin del trabajo». Proponía la distribución de las horas de trabajo. Lo que tiene poco sentido, si partimos de la base de que las necesidades de los hombres son infinitas. La producción de bienes y la prestación de servicios exigen la participación del trabajo para su materialización. Por lo que podemos concluir que las necesidades de trabajo son también infinitas. De donde podemos colegir que, sí esas «necesidades» de trabajo ilimitadas, no se traducen en pleno empleo, es que la política económica del Gobierno no es acertada. Mucho tiene que ver con la regulación de las condiciones de trabajo, que inciden sobremanera en la función de producción y por ende en la determinación de los índices de productividad del factor trabajo y la competitividad empresarial.
Cualquier alteración en el salario hacia arriba o en la jornada de trabajo hacia abajo, atentan a la función de producción encareciendo el producto o el servicio prestado. La Administración lo suple incrementando la partida de salarios públicos o incrementando los pagos a los prestadores de servicios o en su caso incrementando las tasas en el supuesto de precios públicos. Ese desvío de recursos monetarios, implica aplicar menores cantidades a la inversión, que son determinantes del bienestar colectivo. Si lo que se pretende es mantener cierto equilibrio entre gasto e inversión, la consecuencia será la subida de impuestos. Ésta, inexorablemente supondrá una reducción de la renta disponible de todos los ciudadanos. Además, por mimetismo los convenios colectivos tenderán a ello también. Y en aquellos sectores donde los productos o los servicios se exporten, nos encontraremos con caídas de productividad que impedirán situarse adecuadamente en el mercado. Y que no se nos olvide, la salida de la crisis anterior, ha sido posible por el sector exterior, que funciona en régimen de mercado…Ésta fue posible por la incidencia del sector exportador en el PIB, que alcanzó un 36%, lo que sólo fue realizable por las medidas adoptadas en lo concerniente al factor de producción «trabajo», tras la reforma laboral de 2012, tan denostada por la izquierda. Ella posibilitó subidas de productividad, que permitió una alta capacidad competitiva para nuestras empresas. Miren, todos los que trabajan por cuenta ajena se consideran mal pagados y todo aquel que paga piensa que lo hace en exceso. Todo el que trabaja piensa que su jornada es larga y tediosa y el que percibe los frutos del trabajo quiere intensificarla porque la considera corta. Salario o coste del trabajo y la jornada o duración de la prestación de actividad, son los dos conceptos utilizados en el cálculo de la productividad, a partir de la función de producción. La productividad se define como la cantidad de bienes y servicios que puede producir un trabajador en cada hora de trabajo. Por eso la renta de una economía es su producción. Y el índice de bienestar de una sociedad lo determina la productiva.
Estos «tíos» que nos desgobiernan no tienen ningún buen pensamiento, ni tampoco una buena obra.