La iniciativa privada nos salvará
Esta vacuna va ser disfrutada por todos aquellos que criminalizan la sanidad privada, pero que cuando optan, como los funcionarios adscritos a «clases pasivas» por la prestación sanitaria, lo hacen por la sanidad privada

La colaboración de dos empresas privadas salvará al mundo del desastre. Empresas de ambos márgenes del Atlántico. El mundo occidental va a ganar la batalla como ya ocurrió en 1989, con la caída del Muro de Berlín. En 1991 caía la URSS y con ella ... el comunismo, como ideología deleznable, no apta para un mundo mejor. Fukuyama anunciaba el fin de las ideologías y el liberalismo se encumbraba como una ideología para el progreso y el bienestar de todos. Ahora, Putin y Rusia, los vestigios del comunismo genocida del siglo XX, también anuncian una vacuna, La Sputnik V, desarrollada por el Instituto Gamaleya. Cuando la hija de Putín se la ponga, les diré lo que pienso de ella. De la vacuna claro. Putin, que es un hijo de Putin, porque tenía padre, a pesar de haber nacido en un país comunista, donde los hijos son del Partido, deberá ponérsela también, salvo que, en un gesto de inteligencia, exija ponerse la de Pfizer y BioNTech. La Joint Venture de ambas para el desarrollo de la vacuna, ha sido el catalizador que fundamenta una vez más la intervención de empresas privadas como motor del desarrollo en general.
Una vacuna contra las ideologizadas y por ende politizadas mareas blancas. Comenzaron en Madrid, provocando trastornos, supongo, en la ribera del Manzanares. También Madrid tiene derecho a que las fuerzas de atracción gravitatorias del sol y la luna, produzcan mareas. Intentaron eliminar a Esperanza Aguirre y se han topado con Isabel Díaz Ayuso. Aquellos que se manifestaron con batas blancas y arrastraron a la población, defendían sus intereses personales y profesionales, desde la politización e irracionalidad de la medida, nunca a la ciudadanía convertidos en rehenes-pacientes Desde la «publificación» de la vida española, encumbrando un Estado desmedido que, todo lo puede y que a todos llega, las mareas se extendieron por todo el Estado. Hasta la presidenta que presidió la Comunidad de Madrid entre aquellas dos, una oportunista de primera categoría, se plegó cobardemente a las tesis de aquellos movimientos marinos que hacen inestables la línea de demarcación del dominio público marítimo-terrestre. Toda esta hipérbole para volver a las Mareas. ¿Pero, que quieren? ¿Que se defiende por los médicos maleados por las mareas, una buena sanidad sin más o sus condiciones laborales? Creo que defienden parcelas de poder y para ello han hecho rehenes a los propios ciudadanos. La legislación española y europea reconocen el derecho a la protección de la salud, competiendo a los poderes públicos su organización y tutela, pero nada dice de su gestión. Por lo que ésta es lícita, posible y recomendable que también sea realizada por empresas privadas en régimen de competencia con la pública. Proveer una asistencia sanitaria universal y en régimen de igualdad en las prestaciones, constituye la razón de ser de nuestro Sistema Nacional de Salud. La Ley General de Sanidad de 1986, configura el Sistema, que hace efectivo el derecho a la protección de la salud. El artículo 41 CE considera la Seguridad Social como servicio público de titularidad estatal, pero en ningún caso predetermina la forma de su gestión. Igual ocurre con la sanidad, desde que se desgajó de la Seguridad Social en 1986 la prestación sanitaria. Momento en el que adoptó dicha prestación la condición de «universal». Exigía ésta lo mismo que antes con la Seguridad Social. Su consideración de prestación pública, sin predeterminar su gestión, que puede ser por lo tanto pública o privada.
En España se ha inoculado desde hace tiempo el virus del mercado, las empresas y la iniciativa privada. Y la izquierda ha fabricado la vacuna pública, de lo público, por lo público y para lo público. Sin embargo, una vez más lo privado nos curará. La ineficacia pública ha quedado patente en la gestión de la pandemia con tetrabrik Simón, cum fraude y el «moños». Defensores de lo público hasta la irracionalidad. La gente entiende que la obtención de beneficios por las empresas es incompatible con la prestación sanitaria, «porque con la salud no se hace negocio». No cabe mayor estupidez. Pfizer ha declarado más de 16.000 millones y no solo nos sostiene en pie, erguidos como los más, como un tallo, sino que ahora nos inoculará introduciéndonos el virus, vacunándonos. Yo introduciría en la vacuna una pequeña porción de «viagra», patentada por el mismo laboratorio, que seguro nos hace la vida más llevadera en tiempos de pandemia.
Esta vacuna va ser disfrutada por todos aquellos que criminalizan la sanidad privada, pero que cuando optan, como los funcionarios adscritos a «clases pasivas» por la prestación sanitaria, lo hacen por la sanidad privada. Y eso que la mitad son votantes de izquierda y defensores de la sanidad pública por adscripción ideológica Hay que tener cara y nada de vergüenza. Por eso, la pregunta que hay que hacerles a los ciudadanos es la siguiente ¿qué sanidad quieren, la que les cure mejor, con mayor eficacia, eficiencia y racionalidad, o la pública, porque así lo dicen las mareas y la izquierda ultramontana? Que no se nos olvide, la sanidad entra de lleno en la conceptuación de los hechos económicos. Sujeta por lo tanto a restricciones. El Presupuesto es limitado y se requerirá hoy más que nunca racionalidad en la gestión. Yo me inclino por la cohabitación público privada, sin que ello cambie la naturaleza jurídica pública de la prestación sanitaria.