OPINIÓN
Calamitoso Estado endeudado
Decía J.M. keynes que «si yo te debo una libra, tengo un problema; pero si te debo un millón, el problema es tuyo.» Exactamente lo que debe pensar el Gobierno
Decía J.M. keynes que «si yo te debo una libra, tengo un problema; pero si te debo un millón, el problema es tuyo.» Exactamente lo que debe pensar el Gobierno. Si no, nunca hubiera aprobado los PGE, fundamentados en un cuadro macroeconómico tergiversado. El ... Gobierno confía la recuperación económica a las «ayudas europeas». Todo, menos hacer las reformas que los expertos y organismos internacionales exigen para que España encuentre definitivamente el rumbo que la economía necesita y que se truncó a la deriva en 2007. Son las manidas, pero no por eso menos importantes «reformas estructurales»: incremento de la productividad del factor trabajo y aumento de la competitividad empresarial; reforma y reducción de las Administraciones públicas y su profesionalización; mejora de la educación y la sostenibilidad del Estado y del sistema de pensiones.
El Gobierno ha construido unos PGE basados en las ayudas europeas. 140.000 millones a gastar en 6 años. Lo que no nos ha dicho es la recalcitrante falta de capacidad del Estado para la gestión de Fondos europeos. Por poner un ejemplo, en el período 2014-2020, ha ejecutado un 39% de los Fondos de Cohesión. Además, su reparto es más que preocupante. No se ha contado con personas prestigiosas en la materia para acometerlo. Todo queda en la Oficina económica de Moncloa. O sea, ‘cum fraude’ de repartidor. Todo esto viene a aseverar que, en el fondo, la crisis originada por la «pandemia», ha supuesto el marco perfecto para «justificar» el aumento de la de la intervención pública en la vida económica y social. Han venido a decir Pedro y Pablo, ese dúo ‘Picapiedras’ que, en situaciones adversas, el mercado no funciona, lo que exige «per se», reforzar el papel del Estado en la economía. Ello sólo es posible interviniendo hasta el límite la sociedad. Pues bien, todo demuestra exactamente lo contrario. El sector público ha fallado estrepitosamente. El Estado se ha mostrado como un monstruo calamitoso. Si hacemos mención a la crisis sanitaria, el sistema sanitario español, ha sido parte del fracaso en la gestión de la crisis sanitaria. Y lo ha sido por la manifiesta incapacidad de lo «público» de adecuar sus capacidades a los problemas de cada momento. La rigidez de cualquier sistema público, aboca al fracaso cualquier posibilidad de gestión.
Arrancamos el año con un problema que ensombrece a los demás, que no son pocos: la deuda pública. Los PGE delatan una combinación de ingresos fiscales inflados y gastos desinflados. Finalizamos el año 2019 con una deuda sobre PIB del 96%. En octubre de 2020 se situaba en el 114% La estimación enviada a los organismos europeos e inserta en los PGE la sitúa en el 119%. Sin embargo, el Banco de España la estima en el 128%. La consecuencia directa de la deuda pública es que, impone una carga desmesurada a las futuras generaciones de contribuyentes (hijos, nietos, biznietos…). A estos sólo les queda decidir entre pagar más impuestos o disfrutar de menor gasto público, o ambas cosas a la vez. Porque la deuda hay que pagarla. El endeudamiento actual, generado con el déficit presupuestario, supone pasar a los futuros contribuyentes el pago de la deuda. Sí esta es muy elevada como es el caso, el efecto será una reducción del nivel de vida de las futuras generaciones.
Decía T. Jefferson «no gastes tu dinero antes de ganarlo» y T. Carlyle que, «sólo hay dos medios de pagar las deudas: por el trabajo y por el ahorro». Curiosamente, las pretensiones gubernamentales son contrarias a incentivar el trabajo en un entorno competitivo como el que tenemos (pretenden la derogación del Estatuto de los Trabajadores y hacerlo más rígido) y desincentivan fiscalmente el ahorro. No hay duda de la situación de calamidad que atravesamos. No sólo en lo sanitario, sino también en lo económico. Tenemos que proyectar la economía a un periodo de no menos de diez años. Una altísima deuda socaba la economía y un desendeudamiento implacable en el corto plazo, puede llevarnos a la catástrofe, tal como ocurrió en el «crash» de 1929.
Volviendo a las referencias históricas, decía Cicerón que, «ojalá hubiera sido capaz de soportar la prosperidad con mayor autocontrol y la adversidad con mayor energía». Crecimos desde 2014 y la deuda siguió creciendo. Insistía Cicerón «hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia». El ciudadano español está asustado con el virus y con temor reverencial ante el futuro económico incierto. Se legisla de forma incontrolada, con la única intención de alienar al ciudadano al Estado, que pasará a convertirse de nuevo en súbdito.
Ver comentarios