Cabeza de chorlito
En lo económico, la coalición nacional-socialismo-comunismo no nos traerá nada bueno
El espectáculo dado por el Consejo de Ministros en pleno, en la gestión de la crisis sanitaria que padecemos, denota inoperancia, incompetencia, ignorancia e irresponsabilidad. Al frente se encuentra todo un fraude intelectualmente hablando, de ahí la penosa gestión ofrecida, la demora en la toma ... de decisiones y las consecuencias letales que suponen poner al frente de un país, lo más parecido a un «chorlón».
El chorlito es un ave de patas alargadas y cuello ancho, que posee una cabeza pequeña en relación al resto del cuerpo. Sus acciones y conductas son digna de análisis para los ornitólogos. Su extraño comportamiento se atribuye por algunos, a la antigua creencia de carecer de sentido común. Sin embargo, estas aves tienen una gran resistencia, son capaces de recorrer distancias de más 3.000 km sin parar, en 35 horas de vuelo. Hete aquí otra característica que lo asocia al usuario del falcon. Falconeti y sus ansias de volar y volar. Se está luciendo el Gobierno y con toda seguridad nos llevará al desastre. En lo sanitario es ya una realidad. En lo económico, la coalición nacional-socialismo-comunismo no nos traerá nada bueno.
El Consejo de ministros tiene que agrupar a los mejores. A los más preparados. Porque las decisiones que toman en su seno, determinan la vida de la ciudadanía. Cuando ayer veía las imágenes del Consejo de ministros reunido en una mesa distinta de la habitual, porque el «marques» a pesar de estar en cuarentena, quería mangonear, lo que captaban mis ojos, era una jaula con «chorlones» y nada más. No se puede dejar la toma de decisiones a semejantes cabezas de chorlitos. La política se ha definido como el ejercicio del poder. La política deriva de la diversidad. Lo que está estrechamente relacionada con la existencia del conflicto.
La política supone la expresión de opiniones contrarias. Sólo que el Consejo de ministros de ayer, permitió visualizar que las discrepancias en el seno del gobierno son insalvables. Los posicionamientos personales de algunos de sus miembros, se anteponen al interés general. Bismark entendió que la política era un arte. El arte de gobernar. El arte de lo posible.
El ejercicio del control de la sociedad mediante la elaboración y aplicación de decisiones colectivas. El medio para resolver conflictos mediante compromisos y negociación. Lo que tiene un carácter esencialmente liberal. Lo que refleja una fe profunda en la razón humana y en la eficacia del debate y la discusión. Exactamente lo contrario de lo observado ayer a colación con el Consejo de ministros que aprobó RD 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma.
La OMS elevó el pasado 11 de marzo la situación de emergencia de salud pública a pandemia internacional. Observen que «cum fraude» intenta sacudirse las responsabilidades. Alude a la ciencia con insistencia. Con tanta que pretende escudarse en ella. Pero se queda sin coartada. Muchos análisis científicos ya advertían el pasado 8 de marzo por la mañana, que el virus se encontraba sin control y con un ritmo de propagación exponencial. Y a pesar de ello, no se tomaron medidas. Esto hace que, para una gran cantidad de ciudadanos, la política termine siendo una palabra sucia. Basada en el engaño. Sin visos de honradez y en la que la corrupción campa a sus ancha.
Es la imagen que de la política se tiene de la lectura de Maquiavelo, cuando pone de manifiesto cómo los dirigentes políticos se valen de la astucia, la manipulación y el engaño. Sin embargo, la política era concebida por Aristóteles como la más alta de todas ciencias. 2.400 años después, se ha impuesto una concepción de la política que la vincula con comportamientos egoístas y carentes de principios. La imagen aún en mi retina del Consejo de ministros de ayer, evidencia expresiones como politiqueo, política de cargos públicos, corrupción…Porque corrupción es también aceptar un cargo en el Consejo de ministros y no disponer de los conocimientos inherentes del cargo para el que ha sido nombrado. También esta imagen de la política previno a los liberales del siglo XIX.
Precisamente porque las personas son egoístas, la posesión del poder político corromperá a quien lo detenga y lo utilizará para explotar su posición en beneficio propio y a expensas de otros. Ya lo reflejó Lord Acton: «el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente». La epidemia pasará. La situación económica devendrá en insostenible. Sólo haciendo exactamente lo contrario de lo que predican los chorlones reunidos en Consejo de ministros, podría enderezarse la situación. La deuda tiene un límite. Límite que hemos sobre pasado con creces. No disponemos de capacidad de respuesta. No habrá Semana Santa. Nuestro particular «calvario» lo tenemos a la vuelta de la esquina.