Valentía o temeridad

Un nuevo confinamiento sería nefasto, no solo por lo que eso supondría de hecatombe total para la economía del país y de su gente, sino también por lo que implica para la salud de todos

Felicidad Rodríguez

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Mientras estábamos confinados, y pendientes de nuestra entrada en alguna de las fases de la desescalada, nos preguntábamos como sería la nueva normalidad y como nos adaptaríamos a ella. Por lo que hasta ahora se ha visto, la llegada de esa nueva situación, coincidiendo con ... el pistoletazo de salida del verano, es que lo ha hecho con poca actividad económica y con mucha actividad social, y no parece que esta última esté teniendo por el momento mucha incidencia sobre la reactivación de la primera. Por lo pronto, lo único que ha vuelto a la normalidad han sido los atascos y retenciones en las carreteras durante los fines de semana, las aglomeraciones en las playas y, en algunos sitios, los encuentros multitudinarios, cuando no el regreso de los macro botellones; eso sí, con la novedad de un nuevo complemento en la indumentaria veraniega, la mascarilla, que se está mostrando muy versátil a la hora de llevarla. Hemos descubierto que, además de la agobiante pero necesaria forma de ponérsela, se puede usar como pañuelo de cuello, como pulsera, como visera o, si se trata de hacer viajes más o menos largos, como antifaz. El final del confinamiento era más que necesario para intentar que no se nos hundiera el país, y para intentar contrarrestar en lo posible los desesperanzadores y desesperantes augurios del Fondo Monetario Internacional o del Banco de España.

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