Valentía o temeridad
Un nuevo confinamiento sería nefasto, no solo por lo que eso supondría de hecatombe total para la economía del país y de su gente, sino también por lo que implica para la salud de todos
Mientras estábamos confinados, y pendientes de nuestra entrada en alguna de las fases de la desescalada, nos preguntábamos como sería la nueva normalidad y como nos adaptaríamos a ella. Por lo que hasta ahora se ha visto, la llegada de esa nueva situación, coincidiendo con ... el pistoletazo de salida del verano, es que lo ha hecho con poca actividad económica y con mucha actividad social, y no parece que esta última esté teniendo por el momento mucha incidencia sobre la reactivación de la primera. Por lo pronto, lo único que ha vuelto a la normalidad han sido los atascos y retenciones en las carreteras durante los fines de semana, las aglomeraciones en las playas y, en algunos sitios, los encuentros multitudinarios, cuando no el regreso de los macro botellones; eso sí, con la novedad de un nuevo complemento en la indumentaria veraniega, la mascarilla, que se está mostrando muy versátil a la hora de llevarla. Hemos descubierto que, además de la agobiante pero necesaria forma de ponérsela, se puede usar como pañuelo de cuello, como pulsera, como visera o, si se trata de hacer viajes más o menos largos, como antifaz. El final del confinamiento era más que necesario para intentar que no se nos hundiera el país, y para intentar contrarrestar en lo posible los desesperanzadores y desesperantes augurios del Fondo Monetario Internacional o del Banco de España.
Una imprescindible vuelta al quehacer cotidiano pero, eso sí, haciéndolo con las más elementales, y sencillas, normas de seguridad y de protección para todos. Aunque muchas personas se han ido sumando a la nueva situación tomando las precauciones oportunas, otras muchas han debido pensar que el coronavirus lee el Boletín Oficial del Estado y se ha dado por aludido cuando se decretó la nueva normalidad. Aunque los casos de contagio han disminuido, y en nuestra Comunidad la situación no ha sido tan alarmante como en otras zonas del país, el virus sigue estando con nosotros. Y prueba de ello son los rebrotes que se están produciendo a lo largo y ancho de la geografía española. Cierto que están siendo controlados por el momento, pero de la responsabilidad de todos depende de que ello siga siendo así. Un nuevo confinamiento sería nefasto, no solo por lo que eso supondría de hecatombe total para la economía del país y de su gente, sino también por lo que implica para la salud de todos. Aunque el sistema sanitario está mucho más preparado que cuando se extendió la epidemia, los profesionales sanitarios han sufrido lo indecible, se han enfrentado a situaciones para las que no había protocolos clínicos definidos ante un patógeno del que no se sabía nada, y del que aún se desconoce mucho; han tenido que luchar en un estado de incertidumbre, como profesionales sanitarios pero también como personas en un entorno físico de alto riesgo; en algunas unidades, el apoyo de los servicios de Salud Mental les ha sido imprescindible para seguir adelante y, aún hoy, muchos siguen cansados física y anímicamente. No nos podemos permitir, de ninguna manera, una vuelta atrás. Tenemos que volver, con valentía, a nuestra vida cotidiana, pero recordando, como lo hacía Don Quijote a Sancho, “que la valentía que no se funda sobre la base de la prudencia se llama temeridad”.