Sin médicos
La «falta de médicos» se ha convertido en un mantra que se repite, una y otra vez, pero al que, en realidad, pocos hacen caso
Hace unos meses algunos jueces, pocos afortunadamente, autorizaban en contra de las evidencias clínicas y de los criterios de los médicos especialistas, de las sociedades científicas y de la agencia oficial del medicamento, la aplicación de una sustancia en un enfermo de covid. La pasada ... semana otra jueza desestimaba la petición de un chaval de 15 años que deseaba vacunarse, dando la razón a la madre en una sonrojante sentencia que aludía a un caso, de los años 70, sobre efectos adversos en un hombre tras recibir la vacuna contra la viruela, una enfermedad que se llevó millones de vidas y hoy día erradicada gracias a la vacunación. Pues ya tenemos aquí algunos aspirantes a suplir la falta de médicos. La «falta de médicos» se ha convertido en un mantra que se repite, una y otra vez, pero al que, en realidad, pocos hacen caso. Quede bien claro que hablo de médicos y no de profesionales sanitarios en general. Las respuestas fáciles son, por un lado, el que se contrate a más especialistas y, por otro, que se aumente el número de facultades y de estudiantes de Medicina. Lo primero es complicado por la sencilla razón de que no hay especialistas a los que contratar porque el paro entre ellos es prácticamente cero.
Durante las fases más duras de la pandemia, se buscaron intensivistas hasta debajo de las piedras y hubo que recurrir a compañeros de otras especialidades que, suspendidas las actividades comunes, debieron adaptarse a la carrera a trabajar en una especialidad diferente a la suya. Qué bien hubiese venido en ese momento haber tenido vigente y en marcha un sistema formativo de troncalidad como el que se aprobó en 2014, hace ya cerca de 8 años, y que luego fue anulado. La falta de médicos ya se venía venir mucho antes de la pandemia. El estudio sobre Demografía Médica de la Organización Médica Colegial, del 2017, ya alertaba sobre ello y ofrecía datos sobre la imposibilidad de cubrir, con las plazas MIR disponibles, todas las jubilaciones que se producirían en la década en la que ya estamos inmersos. Ahora que, en Atención Primaria, los especialistas médicos están absolutamente desbordados, conviene recordar que no se espera que los médicos vayan a caer del cielo. La otra respuesta fácil es aumentar el número de facultades y estudiantes de Medicina, obviando que esto ya se ha producido de una manera descontrolada y, sobre todo, que un egresado de una Facultad de Medicina, un médico de base, no puede trabajar, si no es bajo supervisión, en el Sistema Nacional de Salud. Para hacerlo, necesita cuatro o cinco años de formación especializada en Medicina Familiar o en cualquier otra especialidad. En el 2018, de 14.448 aspirantes a MIR, solo la mitad pudieron acceder a una plaza formativa acreditada. Y, aunque las plazas se han ido incrementando muy poco a poco, no lo hace al ritmo de las jubilaciones. Encima, si la gente se jubila, habrá que ver como se van a formar los nuevos que ingresan para hacer la especialidad. Todo ello exige, con o sin covid, de una auténtica y responsable política del Sistema Nacional de Salud a largo plazo. Ahora, ya solo cabe poner parches: jubilados, egresados de las facultades sin especialidad, profesionales sanitarios no médicos o, visto lo visto, hasta algún que otro juez.