OPINIÓN
Sálvese el que pueda
En pleno descenso de la tercera, parece como si estuviéramos pergeñando las condiciones para una tormenta perfecta, la de la cuarta ola
Es cierto que cada uno es responsable de sus propios actos, que ya somos mayorcitos para tomar decisiones y para asumir las consecuencias que se deriven de ellas, sean las que sean. Pero también es verdad que, para decidir actuar de una determinada manera ... en ámbitos en los que no somos expertos que, dicho sea de paso, son la mayoría, no viene mal el disponer de una información lo más veraz y pertinente posible y, sobre todo, el no observar conductas contradictorias ni recibir mensajes equívocos por parte de los que, se supone, están más preparados en la materia en cuestión. Lo que está pasando con la pandemia viene a corroborar la importancia de todo ello y, sin embargo y no sin razón, muchos han llegado a la conclusión que, visto lo visto, ya solo cabe apelar a la responsabilidad individual y al sentido común de cada uno, porque esos mensajes o conductas inequívocas de, al menos, una parte de los responsables políticos y gubernamentales, ni están ni se esperan.
El plan de desescalada tras la primera ola fue un auténtico despropósito para una población desesperada tras el confinamiento; ahora, en pleno descenso de la tercera, parece como si estuviéramos pergeñando las condiciones para una tormenta perfecta, la de la cuarta ola. Con frecuencia criticamos las conductas egoístas de muchos jóvenes, y no tan jóvenes, que se reúnen sin guardar las medidas de seguridad, o de personas que se saltan las normas de movilidad, conductas por supuesto reprochables, pero que, en cierta medida, no hacen más que repetir otras semejantes de aquellos que son los responsables de dar ejemplo. Cómo se les puede decir a los jóvenes que no deben estar con 10 amigos cuando la federación catalana del partido del vicepresidente del gobierno anima a una manifestación bajo los lemas de “Nada que perder”, “Hasta que caigan”, no se sabe muy bien quienes son los que tienen que caer, o “Libertad a Pablo Hásel”, un energúmeno del que hasta hace poco nadie había oído hablar y que ahora ha sido aupado a “influencer” por determinados sectores. Unas conductas que, si las examinamos en profundidad, no están muy alejadas de las de los negacionistas o de las barbaridades que nos ha regalado Victoria Abril. Por si fuera poco, y para terminar de descontrolar al personal sobre lo que debe o no debe hacer para preservar su salud y la de los demás, están las indicaciones contradictorias de los máximos responsables de la gestión. Y para ejemplo la celebración del 8 de marzo. Por un lado, la Ministra de Sanidad que, acertadamente, desaconseja cualquier tipo de manifestación; la mujer debe ser de los pocos miembros del gabinete que aprendió la lección del año pasado; Simón dice que “depende” porque sería peor el ir de cargador bajo un paso de Semana Santa, como si no llevar a cabo una temeridad justificase el hacer otras; el delegado del Gobierno en Madrid no ve problemas si no se superan las 500 personas, número mágico que imagino debe haberse comunicado oficialmente al coronavirus; y el Ministerio de Igualdad escurriendo el bulto y remitiendo a las Delegaciones del Gobierno o a las consejerías regionales. Al final va a ser verdad eso de que lo único que queda es que cada uno actúe con responsabilidad personal como mejor sepa y pueda.