Qué poco hemos cambiado
Las cifras no han parado de aumentar, y lo realmente triste es que tendemos a olvidar que detrás de cada uno de esos fríos números está una persona
Se cumple ahora exactamente un año de la reunión del 30 de enero de 2020 del Comité de Emergencias de la Organización Mundial de la Salud en la que se declaró la emergencia internacional de salud pública con motivo de la pandemia. Nosotros por entonces ... estábamos en otras cosas.
Tuvo que pasar mes y medio para que en nuestro país se declarara el Estado de Alarma . España tenía en ese momento, según los datos oficiales, 4.200 casos contabilizados como positivos y 120 personas fallecidas. Han pasado doce meses y las cifras actuales del Ministerio indican 2.743.119 contagiados y 58.319 fallecidos, unos datos muy discutidos por otra parte. Lo cierto es que las cifras no han parado de aumentar, y lo realmente triste es que tendemos a olvidar que detrás de cada uno de esos fríos números está una persona. Por lo demás estamos asistiendo a situaciones realmente curiosas, o no tanto, que nos reafirma en la idea de que el ser humano se caracteriza por su recalcitrante cabezonería en tropezar, 2, 3, o las veces que considere necesario, con la misma piedra.
Tras la Declaración de las OMS de hace un año, continuamos con nuestra vida habitual; los responsables del Ministerio minimizaban los riesgos del nuevo virus, igual que un año después se minimizaba la importancia de la variante británica. En aquellos momentos se seguían celebrando fiestas, concentraciones, manifestaciones… recordemos la del 8 de marzo, apenas 1 semana antes del confinamiento, en la que se alentaba a acudir porque en «ello nos iba la vida». Un año después, se convocan unas elecciones en las que la asistencia a los mítines queda excluida de las restricciones de movilidad. Se dice que los partidos procurarán hacerlos telemáticos con una asistencia presencial reducida.
Ya veremos, porque en eso de desarrollar la imaginación no nos gana nadie a los españoles; basta recordar los paseos con los perros y el afán por el deporte que se nos despertó de repente durante las dos primeras olas. Igual hasta asistimos a una nueva variante turística, la de los viajes mitineros regionales.
Hay que reconocer que otros también están acortando distancias y pisándonos los talones en esto de la imaginación; los parisinos han descubierto que, a dos horas de avión, los fines de semana españoles son ahora muchos más divertidos que los de la Ciudad de la Luz. Y con esto de los viajes en época de pandemia, también ha surgido el turismo de vacunas para aquellos que no están dispuestos a aguantar la cola y, claro está, tienen dinero suficiente para hacerlo.
Un club británico ofrece paquetes en jet privado a Dubai , con 15 días en hotel de 5 estrellas y las 2 dosis de la Pfizer en clínica privada. A lo mejor es que están allí las que nos faltan por aquí. Es una moda que todavía no ha llegado a España; tampoco es que haya muchos españoles que pudieran permitírselo. Aquí nos saltamos la cola con menos glamour, con casos conocidos y otros por conocer. Y, ante la polémica, Extremadura corta por lo sano cambiando el protocolo, y al presidente valenciano no se le ocurre otra forma de castigo que romper la cadena de inmunidad, por muy tramposos que fuesen los infractores, y tirar dosis a la basura como si nos sobrasen. En fin, que ni el coronavirus ha logrado cambiarnos.