Las otras variantes
A la tontería le pasa como al coronavirus, que no conoce fronteras
A la tontería le pasa como al coronavirus , que no conoce fronteras. También, como el coronavirus, tiene variantes locales que se extienden como la pólvora; al fin y al cabo, ya lo dice el refrán, todo se pega menos lo bonito. En junio ... pasado, cuando todavía no le habían aparecido variantes sudafricanas, brasileñas, británicas… al bicho de Wuhan, ya una variante norteamericana de la tontería fue la que se encargó de derribar, entre otras, la estatua de Fray Junípero Serra por «colonialista genocida», o destrozar la de Cervantes, ese «bastardo esclavista», en el Golden Gate de San Francisco. Y como la tontería tiende a expandirse, ahora se ha identificado una nueva mutación local en Oxford. En su Facultad de Música proponen «descolonizar» el plan de estudios por su «complicidad con la supremacía blanca» y eliminar enseñanzas obligatorias como la dirección de orquesta. A este ritmo nos quedamos sin Concierto de Año Nuevo y habrá que ir pensando donde esconderse para escuchar a Bach, Mozart, Beethoven o Schubert. Ante tamaño dislate de la británica universidad, como para no sospechar todavía más de la vacuna de Oxford-AstraZeneca. También hay riesgo de que, igual que ha pasado con la variante B.1.1.7 británica del coronavirus, que ahora es la que se impone por estas tierras, también la variante británica de la tontería termine por imponerse más pronto que tarde.
El año que viene igual hasta se prohíbe en Semana Santa que se interprete Las Siete Palabras de Haydn en la Santa Cueva, y habrá que ir pensando en hacer una purga entre los tipos y letras de coros, chirigotas, comparsas y cuartetos. Si alguien tiene alguna grabación del coro de Julio Pardo «El callejón de los negros» más vale que la vaya escondiendo por lo que pudiera pasar. Además, como en las Cortes de Cádiz, aunque se trató, no se acordó abolir la esclavitud, habrá que ir pensando en quitar placas de San Felipe Neri y hacer una revisión crítica de la Constitución de 1812. Realmente, todo el casco antiguo de Cádiz merece una profunda revisión, y no solo del callejero, empezando por las torres miradores, incluida la Torre Tavira, esas desde las que se oteaban las llegadas y salidas de los barcos; al fin y al cabo, el tráfico de esclavos en Cádiz existió hasta bien entrado el siglo XIX. No parece que ese edificio esté libre de sospechas como para albergar el nuevo museo del Carnaval; debería ir pensándose en Extramuros en el que todo es nuevo desde la explosión. Si ya en algunos sitios se ha empezado a eliminar las estatuas de los héroes de la Guerra de Cuba, como el Almirante Cervera, habrá que ir un poco más atrás para asegurar que no queda ninguna huella que pudiera ser sospechosa de haber albergado algún tipo de supremacismo blanco y eurocéntrico. Barrido total desde el Ayuntamiento hasta la plaza de San Antonio. Pensándolo bien, aquí en el centro, solo quedaría en pie la Aduana, nuevo parón en la Plaza de Sevilla, y la estación nueva. También, las torres de Hollywood junto a la Caleta; los castillos, por supuesto, fuera. Las ventajas de la revisión histórica contra el pasado colonialista y supremacista es que acabará con el problema del aparcamiento, todo el espacio para peatones, y carpetazo definitivo a los pisos turísticos.