No hemos empezado bien
El dichoso coronavirus insiste en acompañarnos, y mientras muchos le plantan batalla, a otros tantos no parece importarles tan nefasta compañía
Filomena, según nos cuenta Ovidio en sus Metamorfosis, era una joven a la que su cuñado Tereo cortó la lengua para que no lo denunciase por haberla violado. La venganza no se hizo esperar; Filomena y su hermana Procne, esposa del susodicho, deciden matar, cocinar ... y servir en la mesa de Tereo al pequeño Itis, el hijo de este último y de Procne. Con estos antecedentes el de Filomena no parecía el nombre más adecuado para bautizar a la primera borrasca que se presentase en lo que debía ser un esperanzador 2021. Seguro que con la letra F, que era la que tocaba, la Agencia Nacional de Meteorología podría haber previsto un nombre femenino menos truculento, sobre todo teniendo en cuenta que, desde que las nominamos, parece que las borrascas se han venido arriba. Realmente el 2021 no ha empezado como debía, o como todos pensábamos que debía llegar. No habían pasado diez días de las uvas, y del brindis por dejar definitivamente atrás al innombrable anterior, cuando la peor tormenta de los últimos tiempos llegó como para alertarnos de que el nuevo año no sería fácil; de hecho, estamos aún en enero y ya nos ha pasado de todo, y no precisamente bueno. Filomena barrió el país, llevándose desgraciadamente vidas por delante, y dejando un panorama desolador, con numerosas zonas incomunicadas, enormes destrozos, desabastecimientos en algunos lugares y un buen número de Comunidades pidiendo la declaración de zona catastrófica. Un país nevado, en el que la Castellana parecía la Nevski Prospekt, y un frío polar que llegó, por supuesto, coordinado con la subida de la luz; porque parece, además, que nosotros estamos empeñados en aliarnos con los elementos para complicar aún más las cosas.
El dichoso coronavirus insiste en acompañarnos, y mientras muchos le plantan batalla, a otros tantos no parece importarles tan nefasta compañía, con lo que ni siquiera con la vacuna vamos a poder impedir un semestre horribilis. Como pasó tras el verano con la segunda ola, la ayuda prestada a los pinchos del virus durante las fiestas navideñas para abrirle las puertas de nuestras células se está demostrando sumamente eficaz y efectiva. La incidencia en la provincia se ha disparado superando en mucho la cifra de riesgo extremo, un incremento en el que no ha sido ajena la tardanza en actuar en las fronteras exteriores, y Cádiz lo es. Claro que ya nos dijo algún experto que no había que preocuparse por ello porque el impacto aquí de la cepa británica era solo marginal; el problema es que aquel día el virus no asistió a la rueda de prensa y no se pudo dar por enterado. Mientras cada Comunidad hace lo que puede, o le dejan, el Gobierno está en sus temas electorales y, de vez en cuando hace acto de presencia para recurrir el adelanto horario de algún toque de queda por eso de la seguridad jurídica. Y mientras, los hospitales desbordados, los fallecidos en continuo ascenso, otras patologías sin poder ser atendidas. En Cádiz capital, ya con una tasa de 630, a años luz de las de marzo del 2020, hasta el Levante, ese que dicen nos ayudo en la primera ola, se ha rendido. Como Obélix ha debido pensar de nosotros, “están locos estos romanos” y ha decidido, esta vez, dejarnos a nuestra suerte. No, decididamente el 2021 no ha empezado bien.
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