Multas con extras

Cada día nos enteramos de nuevos rebrotes que, en nuestro país, desde que acabó el confinamiento superan los 200

Cuando salgan estas líneas ya sabremos todos si el Cádiz ha coronado su ascenso a Primera con el título de campeón; también nos habremos enterado si las medidas de seguridad han funcionado eficazmente y, sobre todo, si nuestro equipo puede enorgullecerse de la responsabilidad ... de sus seguidores. Sabremos ya si, una vez más, la afición gaditana ha vuelto a conseguir el respeto de toda España por esos colores, como cantaba Manolito Santander o, por el contrario, si ese respeto vuelve a estar en entredicho como ocurrió con las concentraciones masivas, sin las más elementales medidas de precaución, que se produjeron durante la jornada del ascenso. Unas imágenes que recorrieron toda España y no precisamente para bien. Cada día nos enteramos de nuevos rebrotes que, en nuestro país, desde que acabó el confinamiento superan los 200, con más de 2000 personas afectadas, y con el riesgo, cada vez mayor, de que se desborde la capacidad de identificar a los contactos positivos, se vuelva a descontrolar el asunto y haya que volver a los confinamientos, como ya está ocurriendo en algunos lugares de nuestra geografía, con las nefastas consecuencias, sociales, económicas e, incluso, de salud mental, que eso implica para todos. En Andalucía, el último brote, hasta donde se sabe, se ha originado en una discoteca de Córdoba durante una fiesta de final de curso celebrada el pasado 10 de julio, acercándose peligrosamente al centenar los casos positivos detectados. Confinados en casa durante casi todo el curso académico, siguiendo las clases por Internet, para terminar, al final, con una PCR positiva y poniendo en riesgo a los familiares por una tarde festiva sin medir las consecuencias.

Preocupa en los ámbitos sanitarios las concentraciones de jóvenes en fiestas, botellones y reencuentros multitudinarios; y, de hecho, la franja de edad en los rebrotes ha bajado, aunque ya subirá si no se remedia el asunto. A contener el tema no ayuda precisamente el mensaje de algunos líderes como ese de Trump afirmando que «muchos de esos casos son jóvenes que se curan en el momento, no es más que un resfriado», aunque seguir recomendaciones como esas choca con el nivel intelectual que se le supone a la que se ha llamado la generación más preparada de la historia. Tampoco dice mucho a favor de la solidaridad y la responsabilidad hacia los demás de la que tanto se presume últimamente. Por si fuera poco, a la inconsciencia juvenil, ha venido a sumarse gente que ya peinan canas, o ni siquiera tienen canas que peinar, que se han apuntado a la teoría conspiratoria, afirmando que lo de la epidemia es una burda mentira y que el coronavirus no existe. Para ellos, la mascarilla es un bozal, un instrumento represivo para amordazar la libertad de expresión y que solo los cobardes se ponen. Aunque imagino que esta tendencia progre tiene pocas papeletas de afianzarse en la tierra del Carnaval, no deja de ser preocupante lo extendida que está en las redes donde cualquier cosa que se cuelgue cobra visos de veracidad informativa. A esos ‘valientes’, además de la multa no les vendría mal un extra de trabajo comunitario en una residencia de ancianos o aprender a ponerse un traje de ‘romano’, y echar una mano con él, en un centro sanitario.

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